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¡porqué me siento tan mal! hago trizas este instante de belleza sin igual. una madre lactante se posa sobre una mesa y grita a voz de cuello que quiere ligar porque se mueren de hambre. silencio en todo el antro en que respiramos, densamente. me paro y con unas monedas las pongo sobre sus manos llenas de basura, adornadas de un brazalete de oro, mucho oro... ¡gracias maldito gusano!, grita. se baja y con el niño aún en su pecho sale del antro en que existo yo y los demás. un paso, luego otro y otro. se va. se fue. bajo la mirada y sigo pensando en mi vida tan pesada y llena de eterna deudas... debe haber un alto en esta vida que cargo, pero nada. la gente continúa el ciclo que les ha cogido mientras yo sigo pensando en todo y todos... escucho voces lejanas. me paro y pido permiso a todos estos borrachos. salgo a la calle y sigo escuchando esas voces, a pesar de la bulla comercial y motorizada que late sin parar... veo un anciano pegado a una caja de verduras. me le acerco y le pregunto por aquella voz lejana. me mira y sin decir palabra entiendo lo que entiende. sigo andando hasta llegar a un cruce de autos y gente. veo a una mujer hermosa y llena de oro. ¡qué rica!, pienso en voz alta. me escucha y me ve a los ojos. sus ojos lanzan fuego, queman... se me acerca y me muestra sus dientes amarillos pero no dorados como el oro en su cuello y dedos y brazos. empequeñezco. soy un gusano de costra. salgo de allí como el humo a través del gentío. llego a otra esquina y siento que ya es hora de mirar la hora. las cinco. miro al cielo. azul. azul casi verde. me gusta la pintura del creador y siento que es muy buen pintor, escultor, pensador, jugador... sigo la inercia de la vida y llego a una casa. toco el timbre. sale una manada de mujeres menores de doce años. niñas, muchas niñas. las veo alejarse y puedo escuchar mi nombre: ¡padrecito!... ¿es esta mi casa, mi hogar?... entro y veo a una mujer vestida de verde como el cielo hace un momento. me llama y tiene un niño en los brazos, lactando... le miro a sus ojos, su cuello y recuerdo ese momento en que le daba unas monedas en sus manos sucias y llenas de pesado oro... respiro y tengo ganas de soñar y luego despertar y ser otra persona que no tenga nada que ver con la realidad que cargo sobre las ruedas del tempo...
San isidro, diciembre de 2008 |
Texto agregado el 27-12-2008, y leído por 158
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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29-12-2008 |
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Muy buen cuento, imaginé cada frase y me he quedado imprecionada. me gusta la agilidad en la narración. felicitaciones. liruviel |
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