Imaginemos que nunca antes ha llovido. Es la primera vez que cae una gota del cielo y cae en las manitas de una niña, que asombrada pensó -el cielo se cae, se volvió loco-, sale corriendo a casa de papá para contarle aquella bella locura que hace palpitar por primera vez su corazón de esa manera. Pisa charcos de cielo que la mojan toda y ríe sola por las calles, llega a la puerta y cuando va a abrir, se percata que no es su casa, que no es su puerta y de inmediato sabe que se ha perdido en un lugar extraño. De singular manera aparta todo el miedo que debió apartarla de aquel maravilloso mundo, afuera, escucha la impaciente voz que la llama, que la busca, y ella, aún sabiendo la incertidumbre de tiempos que adentro la esperaban, abre la puerta de madera roja, y entra por primera vez en las páginas de una libreta infinita, inmortal, leyendo y siendo leída. Esa niña que una vez entro y nunca ha vuelto a salir, que olvidó para siempre esa puerta roja y vieja que esperaba por ella, se llama Literatura.
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