El anciano sacerdote y gobernador de Yaxchilán, Ahau Quiché había emprendido el viaje a su morada definitiva en el reino de Alcione, luz de las Pléyades, de donde seguiría guiando a Inasticlt en los días terribles que habían de venir para su pueblo.

Inasticlt fue ungido gran sacerdote y gobernador de la magnifica Yaxchilán, con una ceremonia de sobrecogedora magnificencia, por los cantos, los bailes y los guerreros con sus penachos multicolores
de plumas de quetzal, papagayos y colibríes, sus escudos y macanas y armados como caballeros representaban las fuerzas naturales de la selva. Los clanes si así le podíamos decir eran: Los jaguares, los Polcan (Cabeza de serpiente), Camazotz (murciélagos). Todos fieros y aguerridos y sus gritos de guerra atronaban el aire.

Inasticlt ascendió por las escalinatas de la pirámide del sol con su séquito de servidores hasta la cúspide, en donde se hallaba el templete de las siete puertas, guardadas por los sacerdotes astrónomos, engalanados para la ocasión. Sería despojado de toda su ropa y entre oraciones a Ah Kin (Dios del Sol) y llevando en una mano ofrendas a Yum Kaax (Dios del Maíz) y en la otra mano el Popol Vu para ofrendárselo a Itzamná (Dios de la sabiduría) fue pintado su cuerpo de rojo, color de los dioses y de la muerte.
Fue vestido con ropajes de plumas y en su cabeza fue colocada la testera de Quetzalcoalt (La serpiente emplumada). Su nombre de ahora en adelante sería Ahau Itzamná, luz de Yaxchilán, asimismo constaría en los frisos de la pirámide de la luna.

Así comenzó el reinado de este sacerdote iniciado con la responsabilidad de escribir el último capítulo de la Cuenta Larga, hasta el fin del período de 5.250 años, el 22 de Diciembre de 2012.

Ahau Itzamná, hizo traer a los jefes de los clanes guerreros y les dijo: Sabemos que los bárbaros están asentados en la ciudad de los aztecas y casi todos han muerto de enfermedades no conocidas que han diezmado su población. Vayan y observen, no se den a conocer, no entren en sus ciudades que están infectadas con el mal. Salieron los guerreros dispersándose por la selva en todas las direcciones.

Ah señor Ah Kin, Ah Kin ¿Qué debo hacer para salvar a nuestros pueblos? Y se dirigió al templo de la sabiduría.



Reunido con los sacerdotes pidió le mostraran la ubicación de los planetas Marte y Venus. Uno era rojo como la sangre y traía desgracias su cercanía a la tierra. El otro había sido por miles de años el iniciador de la vida en la tierra cada vez que un diluvio la había despoblado.

Envió mensajeros a todos los confines de Yucatán indicando que sus pobladores debían alejarse de la cercanía de sus ciudades, pues la ponzoña extranjera llegaría a ellas y los contaminaría con sus ideas sobre otros dioses.
Pensó en un momento que posiblemente Kukulkán debió de sentir el mismo dolor que él.

Paso el tiempo medido por su calendario, 18 uinales o sea un tun (un año maya) y comenzaron a llegar sus mensajeros. Primero llegaron los del sur, comenzando a dejar sus ciudades y emigrando a otras tierras.
Después llegaron los del este trayendo malas nuevas, habían desembarcado más extranjeros barbados, saqueando los templos que se encontraban a las orillas del océano, retirándose por mar hacia el este.
Los del oeste le dijeron que esas tierras estaban puras, no habían sido holladas por los bárbaros. Ahau Itzamná, pensó esa será la futura tierra maya hasta que pase la tormenta de muerte.

Continuará

Nomade sintiendo