Me encuentro, literalmente, a un costado de la Torre Eiffel, la suerte y unos cuantos euros en la bolsa guiaron mis pasos a este momento. Me sentí el rey del mundo cuando ascendí a lo más alto de ella como queriendo robarle importancia y dársela a mi orgullo. Y de pronto, de un segundo a otro, caí en la cuenta que doce euros y treinta y cinco céntimos me daban si acaso escasas horas de rey, mientras ella, y le digo ella porque su grandeza lo amerita, sigue siendo la Reina.
Bajé pues y cada paso que daba me quitaba un poco de grandeza, de esa felicidad que me producía sentirme más que ella. Y la observé, quise patearla, gritarle mil cosas, y sin embargo sonreí.
Saqué mi ordernador y me senté a un costado, vi a la gente ir y venir. Millones de reyes vueltos mendigos, esclavos de una reina sin misericordia.
Y mi sonrisa se volvió una lágrima tonta, una lágrima que no puedo explicar, una lágrima de soledad, una lágrima que me sabe a ti, mi querido ser olvidado.
Tengo un momento de tristeza entre mi primera lágrima y una página de cuentos, ¿qué más podría hacer si no escribir? escribirte a ti, no, mejor a la tristeza, porque tú siempre te vas, y ella siempre conmigo... |