La Radio
-Buenos días amigos, aquí Radio 2000, su emisora local. Recuerde, en el 107.8 del dial.
La voz del locutor sonó fuerte en el transistor que el director de la emisora tenía sobre la mesa de su despacho y en el que seguía, como cada día, la programación.
Alguien había dejado sobre su mesa, hacía más de un mes, el guión que, por enésima vez, releía.
-¿Quien puede haber sido?- se preguntaba una y otra vez, parece cosa de magia- y bebió otro sorbo de café. Dos golpes en la puerta le sacaron de sus pensamientos.
-¿Sí?...
-Con permiso,-era Juan Manuel, el subdirector.
-Pasa, pasa Juanma. ¿Has podido averiguar algo?
-Nada, Manolo. En la emisora nadie sabe nada. Dicen que el libreto se recibió por correo.
-Ni remite, ni sellos…-y Manolo, miraba una y otra vez el sobre blanco y grande que estaba sobre la mesa-. Esto es un misterio, chico…
-Pero, ¿te gusta?
-Si, claro que me gusta; pero si vamos a emitir un programa, al menos deberíamos saber quien lo ha escrito…
-¿Y que más da? Es bueno y fácil de realizar; un poco atrevido para los tiempos que corren, pero para eso somos una emisora independiente… ¿no?
-Claro, claro...
Juan Manuel, con la mirada expectante, esperaba ansioso la aprobación del director para montar el programa y empezar a emitirlo.
-¿Entonces?
-Venga, ¡Adelante!- y le tendió el guión-, a ver qué pasa…
Juan Manuel lo cogió y salió del despacho, mientras escuchaba la penúltima advertencia del director…
-Tienes quince minutos diarios, no mas… Y el último día una hora; ya sabes que no tenemos publicidad que pague el espacio.
-De acuerdo, Jefe….
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Así habían empezado las cosas quince días atrás. Ahora, cuando a las doce y media de la noche la centralita de la emisora se bloqueaba como en días anteriores, de tantas llamadas, Manolo y Juan Manuel se daban cuenta de que aquello se les había ido de las manos.
-¿Con que no había nadie que pagara con publicidad el programa, eh Manolo?, ¿oyes cantar la centralita?...
-Yo que sé. ¿Quién iba a imaginar? Y mañana es el día “D”. Fin de fiesta en el Hospital… ¡Como siga pasando lo que las dos últimas semanas!
-Ya verás como todo sale bien, no te preocupes.
-No, si no me preocupo; es mas- se envalentonó- mañana, con el equipo móvil, al Hospital y ya veremos por donde sale el sol… ¿lo tienes preparado todo?
-Si. He avisado a la policía como dijiste. Confío en que no nos metan en “chirona” por alteración del orden público.
-Si algo sale mal…
-Que no, hombre. Ha salido bien todos los días, ¿no?, yo creo que eso justifica, de sobra, el riesgo que vamos a correr.
-Ya veremos, yo tengo mis dudas. Una cosa es hacer un programa de radio, donde la imaginación de la gente puede provocar que ocurran cosas como las que han venido sucediendo y otra muy distinta invitarlos a que asistan a un llamémosle “experimento“, o “espectáculo”,…dicho sea con todo el respeto del mundo, para que presencien con sus ojos lo que otros dicen que ha ocurrido… ¿No crees?
-Yo lo único que sé es que he atendido llamadas telefónicas, en este tiempo, de gente que me ha contado cosas que me han puesto los pelos “como escarpias”. De todas maneras..., si quieres decir que todo ha sido una ficción y que el programa ha concluido-sonrió Juan Manuel, tentador y malévolo-, pues nos quitamos el “mochuelo” de encima… ¡Te vas a quedar tan tranquilo sin saber en que acaba todo esto! ¡Es eso lo que quieres Manolo!...
-No.No hemos cruzado el mar a nado para morir ahogados en la playa. Vamos a llevar este asunto hasta el final y que pase lo que tenga que pasar. Si después de esto tenemos que cerrar la emisora porque no tengamos ninguna credibilidad… ¡Pues se cierra y ya está!
-¡Así me gusta oírte hablar jefe! Mañana, ha las once y media, con todo dispuesto en la puerta del Hospital… No te preocupes, no fallará nada estoy convencido.
-Dios te oiga.
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Era una noche de octubre, con un cielo limpio y cuajado de estrellas. El lucero brillaba llamando la atención de la gente para advertirles que no estaba dispuesto a perderse nada de lo que pudiera ocurrir.
En el Hospital, tanto médicos como enfermeras y enfermos estaban avisados. Muchos de ellos lo consideraban una estupidez pero, aunque escépticos, allí estaban. La curiosidad había podido más que sus razonamientos. Otros, los más necesitados, habían hecho un acto de fe y aguardaban esperanzados.
Cuando Juan Manuel llegó a la puerta principal, se quedó sobrecogido. Mas de cinco mil personas, en pié, aguardaban en silencio. Se dirigió a la explanada donde la emisora había instalado el sistema de megafonía y habló con los técnicos.
-Buenas noches, Antonio, ¿crees que tendremos potencia suficiente?, ¿Qué se oirá bien?
-Si la gente está en silencio, como ahora, si. Si se alborota, entonces… no sé.
Juan Manuel y Manolo habían pasado varias noches en la emisora con un representante de la policía local, elaborando unas cuantas normas que habían difundido insistentemente por la radio para que los que decidieran asistir pudieran disfrutar de una noche tranquila, más que nada buscando la manera de evitar que alguna pandilla de folloneros convirtiera aquello en un giry-gay.
A las doce menos cinco, como tenía previsto, Juanma se dirigió a la gente por los altavoces. El silencio era absoluto.
-Buenas noches, amigos, y bienvenidos a esta reunión que con tanto cariño hemos preparado.- a pesar de su experiencia en hablar por la radio, estaba un poco nervioso y le temblaba la voz-
Gracias por venir-continuó-. Es un acto desinteresado y de solidaridad con otras personas que están atravesando una situación difícil de enfermedad…Muchos de vosotros-siguió-, en otras ocasiones, habéis estado en este Hospital como enfermos, o velando a algún familiar y sabéis lo largos que son los días y lo lentamente que pasan las noches vigilando un gotero… Ahora, por un momento como hemos hecho cada noche en la radio, durante los últimos quince días, vamos a dedicar, todos juntos, unos minutos de nuestro tiempo a desear, de todo corazón y con todas las fuerzas de nuestro pensamiento, que los enfermos de este Hospital se curen….
No importa- y levantó un poco más la voz- la raza, ni la posición social, ni las creencias religiosas,… Somos seres humanos que nos hemos reunido, por propia voluntad, con el único deseo de ayudar a otros seres humanos en dificultades..., y cada uno, a su Dios, y a su manera vamos a pedir y a desear que la salud de todos los enfermos se restablezca….
Juan Manuel calló durante unos segundos y miró el cielo… Solo estrellas, gente y silencio…y se emocionó.
-Hemos oído-continuó- como cada noche, después del programa, hombres y mujeres llamaban a la radio para decir que se habían producido verdaderos milagros… No sabemos como, pero así ha sido; y estoy convencido de que esta será una noche muy especial…
Os ruego que cuando terminemos, conforme habéis venido, en silencio… os marchéis. Ahora, por favor, cogeros de la mano y haced círculos…
Se oyó el murmullo de la gente al tomarse de la mano, después todo volvió a quedar en silencio…
-Son las doce en punto de la noche, cerrad vuestros ojos y empecemos…
Transcurrieron más de quince minutos… Luego, la gente, en medio de un silencio sobrecogedor,… se marchó.
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Los días siguientes fueron emocionantes. Los médicos no daban crédito a lo que había sucedido. Muchos enfermos sanaron y en la semana siguiente el Hospital quedó casi vacío.
Aseguran unos cuantos a los que su escepticismo no les dejó cerrar los ojos durante aquellos pocos minutos que una gran luz inundó el Hospital hasta hacerse como de día…
Yo les creo porque, cuando me encargó que escribiera el guión y lo mandara a la emisora, me miró sonriente y me dijo que lo demás…. ¡Era cosa suya!
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