Don Quijote y Sancho Panza 2008 en Baires
Juntos, en un bar de buenos aires, Don Quijote y Sancho Panza, toman un café con leche con medialunas. Mirando hacia fuera donde patrulleros, tanquetas y camiones hidrantes ocupan la avenida Cabildo, esquina con Juramento, en el barrio de Belgrano.
Sancho: (Estirándose hacia delante, sobre la mesa, clavando sus ojos inquisidores en los de don Quijote) Oiga, disculpe, pero usté no me dijo que habría policías dando palos, echando gases y metiendo en cana a todo el mundo.
Don Quijote: (Irguiéndose hacia atrás, levantando un tanto la barbilla, con cierto aire de desdén) Sancho hermano, no tenés que preocuparte, cuando yo te digo que no pasa nada, no pasa nada. ¿Cuándo vas a aprender? En este asunto, yo soy el único responsable, vos mirame y aprendé. Vos si estás conmigo tenés que ser parte de las soluciones, y no de los problemas, ¿entendés? Si yo te digo ‘carnaval’, vos apretá el pomo. ¿Sí?
Sancho: (Machacando con fastidio la lengua entre los dientes y señalando el incesante movimiento policial en la calle) Usté dirá todo lo que quiera, pero mire lo que tenemos allí. Ahora, yo pregunto: ¿todos los líderes piqueteros se meten en los supermercados para reclamar toneladas de comida para quienes tienen hambre, amenazando a la gente con destruirlo todo si no les dan lo que piden?
Don Quijote: (Levantando su mano derecha indicándole tranquilidad) Es que si querés que te respeten, es necesario hacer las cosas con cierta determinación. Los diarios no publican tu historia en primera página si sos un mediocre o un perdedor. Un líder no puede ser un pusilánime. Tal vez, no hayamos conseguido esas toneladas de comida, pero, sí logramos tener toda la prensa ocupándose de nosotros. ¿Te parece poco, gordito? Aquí lo importante, no es lo que hacés, ni cómo lo hacés; aquí lo importante es que hablen de vos. Y, para eso, tenés que ser como una espina clavada en el culo del poder, o una molesta piedra en su zapato. ¿Entendés cómo es la cosa?
Sancho: No, don Quijote, no lo entiendo. Disculpe; pero, como se puede entender que hagamos las cosas sin importarnos qué cosas son esas que hacemos, ni cómo las hacemos; que sólo sea importante estar en las tapas de los diarios y en los noticieros. ¿Cuál es, al fin y al cabo, el beneficio que sacamos te todo esto?
Don Quijote: (Tomando la cabeza de Sancho entre sus manos, sonriendo con una expresión de suficiencia, y hablando bajo pero intenso, como mordiendo cada sílaba, le responde) Influencia, Sancho. ¡In-flu-en-cia!
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