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CAPITULO 5



Era Porfirio Martínez un sujeto acusado de robo, que miro la reacción de Soledad, y en la sencillez de su persona comprendió lo que su presencia causaba en la mujer y él se prendo de aquella belleza autóctona por que de algún modo compartía el origen y la desgracia de los desafortunados y se sintió atraído de forma animal desde la primera vez. Soledad tuvo que correr al baño con la gasa en una mano y la Biblia en otra para desahogar sus ansias ahora incontenibles a pesar de la edad, y sin recato de introdujo el dedo y mordiendo la gasa para no gritar. Se imagino como Porfirio la penetraba como animal y le hacia el amor hasta el amanecer como lo hiciera don Toño con su madre, para rematar ella misma se dio un nalgada para acabar de estallar en un éxtasis supremo jamás sentido, solo que después de su locura le volvía aquel remordimiento atroz que la llevo hasta la misma depresión, volvió a llegar a su cuarto a encerrarse y llorar entre oraciones para pedir perdón al dios justiciero por haber caído nuevamente en la tentación.

Porfirio Martínez nunca conoció otra forma de vida; hijo de una prostituta y un alcohólico drogadicto, pronto aprendió que si no robaba no comía, para él robar era su modo de vida, era como él decía: su jale, así que para hacerse llegar cualquier satisfactor él lo robaba si tenia hambre robaba, si tenia frió, robaba cualquier necesidad era satisfecha a través del robo solo que un día se dio cuenta que si no quería “trabajar” tanto pues debía hacer un robo importante, entonces intentó robar un banco, lo planeo mal, lo ejecuto peor, el guardia de seguridad no era muy alto ni muy fornido, así que cuando intento detener a Porfirio este se le abalanzo tumbándolo e impactándolo contra el cristal del banco causándole una incapacidad permanente, fue atrapado y sentenciado a 15 años de cárcel por el delito de robo agravado con violencia e intento de homicidio y lesiones
graves, a Porfirio esta sentencia no le molesto, había pasado por correccionales y prisiones preventivas la mayor parte de su vida y se dio cuenta de la comodidad que le ofrecía la cárcel; comida, un techo austero y frió pero un techo y seguridad de alguna manera, nadie se metía con él pronto se gano el apodo del “El Bronco” con su físico impresionante y curtido por las frecuentes peleas callejeras y en la cárcel era un hueso duro de roer, así que todos los respetaban y en ese sentido no se metían con él, si no lo provocaban. Con 5 años en la cárcel el alcalde de la prisión le había concedido ciertos privilegios a cambio de determinados trabajos rudos en prisión. Así fue como llego aquel día a la enfermería y a Soledad se le hizo una obsesión, Porfirio nunca había tenido ningún tipo de cariño, y ella lo había tratado de una forma diferente, tal vez no era ternura pero era lo que más se acercaba a un cariño y Porfirio se obsesionó con soledad, ella había sentido despertar aquella pasión que creía dormida y aunque no tendría ningún obstáculo para amar de buena manera a Porfirio, la pasión en si, le era prohibida por sus convicciones y aunque los dos eran seres libres el gran obstáculo era que Soledad estaba convencida de que aquello era pecaminoso y la llevaría a las llamas del infierno.

Cuando Porfirio regresó a su celda inmediatamente anunció que algo le había sucedido. Leonardo Suárez un Contador Publico que había caído ahí por fraude, lo más cercano a un amigo que tenia Porfirio. Aquella relación del destino des dos desconocidos era una sociedad por conveniencia el “Bronco” defendía a Leonardo de los demás presos y a cambio este lo enseño a leer y escribir.

Lo notó y le preguntó:

--¿Y hora tu que traes? –Dijo Leonardo-

 Lalito acabo de conocer a una mujer de a de veras –le contesto Porfirio con la mirada perdida.

 A Chingao y que las demás son de a mentiras o ¿Qué? –dijo Leonardo burlón.

 No mi hermano esta es chula; morena, hermosa, con unos añitos de más pero tienes manitas de ángel compadre. –dijo Porfirio todavía extraviado de la mente.

 Huy compadre ese es mal síntoma a eso en mi tierra le dicen; amor compa –dijo Leonardo.

Se tendió en su camastro y comenzó a suspirar se tomo la gasa y el vendolete de la herida y lo comenzó a acariciar, Leonardo lo miró y movió la cabeza, nunca pensó ver así al “Bronco” aquel tipo rudo casi un cavernícola hundido en el sentimiento más sublime de los humanos: el amor.

Texto agregado el 24-12-2008, y leído por 175 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
29-04-2009 curioso el comportamiento de la protagonista, le da vuelo a la hilacha a solas, pero luego se arrepiente y llora por el pecado que ha cometido, una mujer muy intrigante... gomez81
24-12-2008 Sigo tan atrapada como desde el comienzo,me gusta el giro que va tomando ,gracias ****** shosha
 
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