Ya tenemos la navidad pisándonos los talones. La verdad, esta época no me gusta demasiado, y no es por eso de los seres queridos que ya no están y todas esas zarandajas (zarandajas dichas desde el mayor de los respetos), sino porque me parece que en un par de semanas se acumulan una serie de imposiciones y despropósitos que si a alguien se nos ocurriese ponerlas en práctica en cualquier otro mes del año y sin avisar nos tomarían por locos.
Lo primero que nos encontramos es los supermercados llenos de turrones y polvorones un par de meses antes, bombas de relojería alimenticias de esas que nos dicen que están llenas de colesterol y grasas asesinas y no sé cuantas cosas más de las que nos prohíben comer el resto del año y que además nos tendrán a dieta durante varios meses (justo hasta antes de que llegue Semana Santa con sus torrijas). Si seguimos con el tema de las comidas (y las cenas, sobre todo las cenas) nos daremos cuenta de que entre Nochebuena y Nochevieja comemos de forma desmesurada, que no cenaríamos así en otras ocasiones ni aunque nos obligaran, y nunca jamás estamos tomando sobras tantos días seguidos como en los que siguen a esas celebraciones. Al final nos inflamos a cordero, pavo y demás alimentos con un cierto regustillo rancio que disimulamos con cualquier salsa consistente.
Sigamos con las cenas, pero dejando a un lado los alimentos. Maravilloso momento ese que nos juntamos alrededor de la mesa hermanos, cuñados, tíos, primos y demás familia que no nos hemos visto en un año a no ser que haya habido bodas, bautizos y funerales por medio. ¿En qué familia no hay esos miembros que no se soportan unos a otros? Las cenas de Nochebuena terminan siendo un manual sobre como “fintar” todo tipo de situaciones engorrosas, o un compendio de frases ingeniosas que no dicen nada, o en el peor de los casos terminarán llenas de alusiones lanzadas al azar y a ver a quien fastidian. Vamos que pueden acabar como el rosario de la aurora.
Y luego para abrir la temporada navideña y como colofón a ésta tenemos a los dos grandes protagonistas de la misma, Papa Noel (alias Santa Claus, alias San Nicolas) y sus majestades de Oriente (éstos por el momento sin alias, que yo sepa), y junto a ellos el más moderno “Amigo Invisible”. Estos afables personajes amigos de los niños y enemigos de cualquier economía doméstica hacen que cada navidad nos dejemos un montón de dinero en regalos, la mayor parte de las veces innecesarios, en muchas ocasiones inservibles y en lo referido a los niños no apreciados porque desgraciadamente gran parte de “nuestros niños” tienen todo lo que pueden desear y más (así nos salen como nos salen, pero esta es otra reflexión, además nada navideña).
Resumiendo, que estamos entrando en una época del año en la que obligatoriamente tenemos que ser felices, tenemos que amar al prójimo, tenemos que sonreír y cantar villancicos porque si no somos unos “desaboríos”, tenemos que comer uvas porque si no somos unos gafes que llamamos a la mala suerte, tenemos que comer hasta reventar, tenemos que regalar y ser regalados, y tenemos que aguantar a la familia a la que el resto del año no nos molestamos ni en llamar por teléfono.
Lo que yo digo, bendita navidad. Otra vez, como todos los años me servirá para coger vacaciones e irme lejos del mundanal ruido, a poder ser a un lugar donde no se canten villancicos.
Feliz navidad a todos.
Texto agregado el 20-12-2008,
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