dasumar
Orfeo y Eurídice A
Eurídice entra a la sala cargada de paquetes, se arroja literalmente sobre un sillón de la sala
Eurídice: !!UFFF!!! ¡!qué infierno!!!
Orfeo está tratando de afinar la guitarra
Orfeo: ¿dónde te habías metido?
Eurídice: en el Corte Griego, y no me metí por mi voluntad, mis hermanas querían comprar regalos.
Orfeo: Esas ninfas solteronas de tus hermanas siempre te andan obligando a hacer lo que no quieres, no tienes ni pizca de personalidad Eurídice...bueno no es un reproche, siempre fuiste así, pero ¿por qué no respondías al teléfono?
Eurídice: ¿Me llamaste? No escuché. ¿Hubieras venido a buscarme?
Orfeo: No, hoy tenía mis alumno de pífano y después vino Aristeo, ...te dejó esas flores. Ese te hace una corte descarada.
Eurídice:! Y dale! , te estás poniendo cargoso. Aristeo es sólo amable conmigo...ja,ja,ja,...tiene complejo de culpa desde que me mandaron al hospital para hacer la prueba de la rabia cuando me mordió su perrito.
Orfeo: La rabia la tuve yo que ese día tenía un concierto y llevarte al hospital y aguantarme a Aristeo compungido y desesperado, era lo único que me faltaba
Eurídice: Orfeo, me parece que me estoy cansando de que siempre pienses en tu música y tus conciertos, tus arpas, tus flautas y tus guitarras y no me des ni un poco así de atención, a mí...a mí... (sube el tono de la voz , luego casi lloriquea) tú nunca me traes flores.
Orfeo: Te dedico canciones , compongo para tí serenatas...eres una ingrata ¿de qué viviríamos si no me ocupara seriamente de la música? ¿de tu sueldo? Ya sería hora de que empezaras a trabajar. ¿se puede saber de qué te lamentas? ¿te hago faltar algo?
Eurídice: No te reconozco, estás muy cambiado, no eres el mismo que hace menos de un año se enfrentó con papá.
Orfeo: no me gusta nada el cariz que está tomando esta conversación. Ya casi me arrepiento de haber usado tanta persuasión para sacarte del infierno de tu casa. A veces me vienen ganas....de...
Eurídice:( incorporándose,) :¿ Ganas de qué? A ver si tienes el coraje de decirlo... o prefieres cantarlo. (sarcástica)
Orfeo : Ya lo tengo claro como el sol . Vuelvo sobre mis pasos y te devuelvo a tu padre. Y ni sueñes que vaya a rogar que regreses. Que te salve del infierno Aristeo... si puede.
(Orfeo sale de la sala dando un portazo, sin volverse a mirar hacia atrás)
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zumm
ORFEO Y EURIDICE B
Vereda del Teatro Colón
Orfeo y unos amigos, claramente gays, charlan y ríen mientras esperan el comienzo de la función. Entre ellos está Orfeo quien ve llegar a una hermosa dama. La reconoce. Es Eurídice y corre a su encuentro.
—¡Amada! ¡Soy tu esposo! ¡Soy Orfeo!
— No eres mi esposo…
—¡Mírame! Soy el hijo de Eagro y Calíope… y te tomé en matrimonio en Tracia, donde pasamos tres meses felices… ¿Recuerdas que siguiendo la senda de los espíritus bajé al inframundo en tu búsqueda? Y logré convencer con mi canto al dios Hades y a Perséfone, para que te permitieran volver conmigo…La condición era que no debía mirar hacia atrás, pero la niebla me obligó a hacerlo al sentirme perdido..
—Sí, recuerdo que miraste atrás y me trasformé en una columna de humo…
—Creí morir de dolor, al perderte, amada mía. Durante tres años serví de sacerdote en el Templo de Apolo, donde sufrí el acoso de muchas mujeres y las rechacé a todas…Tu recuerdo no me permitía amarlas.
—No quiero continuar esta conversación. Estoy dolida y te repito una vez más: Ya no te considero mi esposo.
—Hace siglos que esperaba este momento para suplicar tu perdón. No debí mirar hacia atrás…
—Eso ya está olvidado. Lo que te recrimino y no te perdonaré jamás es que hayas enseñado a los hombres de Tracia el arte de amar muchachos y a hacerles creer que a través de ese amor antinatural, se podía volver a sentir la juventud, a oler las flores de la primavera, a tocar la inocencia de la edad inmadura .
—Creí que ya no podría amar a una mujer…
Orfeo bajó los ojos y recordó que tuvo muchos amantes y recordó cuánto amaba a Calais, el alado, hijo de Boreo el viento del Norte.
—Recuerdo que durante las fiestas dionisíacas las mujeres de Tracia asumían el papel de Ménades, las alegres y desbocadas sirvientes de Dionisio, el dios del vino, la pasión y el abandono. Te odiaban, Orfeo, por haberlas rechazado cuando te deseaban, por reservarte para los muchachos que ellas habían deseado y por reírte tan abiertamente de su amor.
Recuerdo que un día habías cantado con tanta dulzura, que hasta los pájaros había callado para escucharte y los árboles se habían inclinado para oírte mejor y entonces las airadas Ménades cayeron sobre ti y con ramas de árboles te golpearon hasta hacerte desmayar. Luego desgarraron tu cuerpo en pedazos y arrojaron tu cabeza y tu lira al río Hebros…
—Hasta los dioses que amaron muchachos, como Zeus y Ganímedes o como Apolo, pueden perder a sus amados, cuando les atrapa la garra de la muerte.
—Y tú me has perdido a mí y esta vez es para siempre…
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