Era mi ultima noche en este mundo, de eso estaba segura. Sabía que iba a morir, no porque fuera viejita, ni porque estuviera enferma, al contrario, tenía 28 años, fuerte, hermosa, inteligente, bueno eso creía yo, pero hacia ya varios meses que mi comportamiento no lo había demostrado. Sentía miedo, pero no miedo por morir. Entendía que todos tendríamos que morir alguna ves, pero sentía miedo como iba a morir.
Mi mente me torturaba con varias escenas, cada ves que las recreaba en mi mente, mi cuerpo temblaba. Cuando ya no podía controlar mas mis nervios, cuando estuve a un segundo de perder la cordura. Algo dentro de mi, alguien dentro de mí me grito, con este grito interno salí del estado de shock en el que me encontraba. Entonces por fin oí las voces, mire a mi alrededor y me di cuenta que si no me movía del escondite donde estaba moriría antes de lo previsto – Estaba decida a no morir en ese lugar, quería morir con la poca dignidad que podría tener en manos de mis perseguidores.
Fue cuando te vi pasar como sombra, con ese cigarro en tus labios tal y como una vida atrás te había visto, con tu sonrisa burlona, porque sabias que esta vez no me podía escapar. Estabas ahí sonriendo, tirando la ceniza de tu cigarro. Había tanto silencio en ese lugar que tenia miedo que me descubrieran los latidos de mi corazón, que aunque me cuerpo estaba controlado en ese momento, mi corazón latía con tanta fuerza que pensé que tal ves estallaría. Estaba mirándote desde el rincón donde estaba, escondida entre las cosas viejas de ese lugar, realmente no sabia exactamente lo que había ahí por la oscuridad de la noche, pero la luz de la luna que entraba por la única ventana que había supuse que eran muebles apilados y se veía una sombra como de un cuerpo humano sin vida tirado a un lado de una silla. Entonces decidí que era hora de cambiar de escondite, estabas muy cerca y se que podrías olerme, ese día en la mañana me había puesto el perfume que tanto te gustaba. Me fui a gatas a buscar otro escondite, lo único que pude encontrar fue el cuerpo de alguien mas que estaba como reclinado en un mueble. Entonces me escondí entre el cuerpo frió y el mueble. Desde ahí podía ver tu caminar, fue en ese momento que tome la decisión de matarte, pensé para mis adentros, si yo tendría que morir tu lo harías conmigo.
Alguien que nos conociera de años atrás, jamás hubiera pensado en esta escena, nadie se hubiera imaginado que fuera a morir a los 28años por tus propias manos. Te había amado como a nadie más en mi vida, habías sido lo más importante de mi vida, se que tu también me habías amado. No se si con la misma intensidad que yo lo había hecho, pero se que alguna ves me amaste y que hoy estas dispuesto a matarme.
Esa era la segunda vez que usaba mi pistola, no sabia mucho de armas pero sabía jalar el gatillo y matarte. En el tiempo que estuve contigo aprendí el tiro al blanco, siempre me presumías con tus amigos porque nunca fallaba. También había aprendido a no tener compasión con nuestros enemigos, hoy tú eres mi enemigo.
¿Cómo llegamos hasta este punto? Cuando estas a punto de morir creo que siempre esa es la pregunta obligada. Pero déjame recordarte que fue por tu culpa. Yo no conocía nada de este mundo y tú me hundiste, me vendiste y me humillaste. Todo por mi estupido y ciego amor. ¿Y tu? Por tu maldito deseo de dinero y poder. Hace un año que nos iniciamos en esto, los sueños que pensamos alcanzar no tenían nada que ver con esto. Soñábamos despiertos en viajar, en lujos, en un mundo donde no había pobreza. Nunca nos imaginamos que llegaríamos hasta este punto. O tal ves me equivoco y tu si lo habías imaginado y no te había importado. No lo se, ni me interesa saber. Todo el amor que algún día te tuve se convirtió en odio. Cuando “el jefe” te dijo lo hermosa que estaba, tu decidiste venderme, por no se cuantos kilos de coca a los que le sacarías tan solo unos cuantos dólares. ¡Mi vida, mi amor por ti, solo valía unos kilos de coca¡¡ jure que un día de ibas a arrepentir. Ese mismo día que me secuestraron, que me vendiste, todo lo que sentía hacia ti se convirtió solo en odio, en repulsión, en frustración. Desde ese momento comenzó mi venganza. El dinero y el poder, ya no me importaban, solo pensaba en el día de mi venganza. He conocido en esta vida, gente de gran corazón que esta metido en las drogas, hombres que no solo ayudan a su gente, si no que la protegen. Pero tú no eras de esos hombres, a ti nadie te importaba, solo tú y nadie más. Muy tarde lo comprendí como todo se comprende en esta vida. Pero que más da ahora si los dos vamos a morir.
Mi venganza salio perfecta, creo nunca había hecho un plan tan bien pensado. Unos días antes de poner el plan en acción, me miraba al espejo, preguntándome cuales eran mis sentimientos. Pero no había una respuesta, no había ya ningún sentimiento más que de venganza.
Continuaba observándote a través de los bultos del cuarto, en la oscuridad. La luz de tu cigarro te delataba. Estaba sin moverme detrás de ese cadáver tieso. Estuve tanto tiempo a un lado de él que pude imaginar la escena de su muerte, preguntándome si lo habías torturado, o solo le habías dado la gracia de morir. Me daba escalofríos, sentir su piel como de plástico.
Si yo lo maté, maté al “El Jefe”, y les hice creer que tú lo habías hecho. Te fueron a buscar a mi casa cuando descubrieron el cuerpo. Yo les dije exactamente donde estabas, te había estado vigilando varias noches atrás, y así conocer tu nueva guarida. Alguien ya había ido de chismoso contigo, por lo que cuando llegaron por ti ya te habías ido. De seguro saliste por la ventana de la recamara principal. Cuando fui a revisar tu casa, me di cuenta habías puesto un árbol justo ahí, para salir huyendo de la policía o de algún otro por si acaso. Sabía que si veías el cuerpo sabrías que yo habría sido, pero nadie mas me conocía, nadie más sabía la puntería y destreza que tenia con las armas. No reconocía el tipo de arma, para mi si era larga o corta me daba lo mismo siempre le atinaba. Mi único error fue pensar que jamás verías el cuerpo. Como iba a imaginar que irías a la escena donde estaba ese cerdo. Pensé que saldrías huyendo, como todos los cobardes que he conocido. Me imagino tu cara cuando lo viste, ahí muerto. No hace falta que nadie me cuente tu reacción. De seguro te quedaste con la boca abierta, hasta un escalofrió habrás tenido. Solo de pensar que yo, lo hubiera hecho. Jamás creíste que seria lo suficiente fuerte para hacerlo – me subestimaste.
Entonces los convenciste, no se como pero lo hiciste y les pediste tiempo para comprobar que tu no lo habías hecho. Entonces empezó la cacería.
Estaba cenando con mis amigos cuando llegaste por mí, en ese restaurante que tanto nos gustaba, cuando el mesero se acerco y me dijo: “Señorita la buscan en la entrada”, fue entonces cuando nuestras miradas se encontraron. Pude sentir tu furia, tu desconcierto y tu asombro. No me dio miedo, cuando te vi, sabia que no harías ninguna escena en ese momento, que no me matarías. Tranquilamente tome mis cosas de la mesa, me despedí de cada uno de mis amigos, con la mayor serenidad posible. Se que esto te hizo rabiar. Pensaste que cuando te viera iba a salir corriendo desenfrenadamente, o tal vez iba a enloquecer y suplicarte. Pero mi tranquilidad te desconcertó. Cuando llegue a la puerta me tomaste del brazo y a jalones me llevaste caminando hasta subirme a mi coche. Me obligaste a manejar por horas hasta que la gasolina se acabo, no dejas de gritar, de interrogarme, yo continuaba tranquila, o al menos eso es lo que tu veías. Por que cada vez más te sacaba de quicio. Se que quisiste matarme en ese instante, pero querías que te suplicara y me humillara antes de matarme. Así que decidiste esperar y mejor te callaste. Así que te limitaste a darme las instrucciones de manejo.
Seguiste caminando, cuando llegaste el final del cuarto, y estabas a punto de darte la vuelta decidí que era hora de matarte. Saque la pistola que un día me habías regalado. Me dijiste que era especial para mujer. Era muy pequeña hasta con silenciador y todo. Me dijiste que tenías medio que un día me asaltaran o algo así. Y me enseñaste a usarla para cuando llegara el momento, la disparara a quien me quisiera hacer daño. Recuerdo bien esa noche. Acabamos de terminar de cenar, se podía ver la alberca desde el comedor. La luz del jardín la hacia brillar. Habíamos brindado con vino tinto, de aroma fresco y sabor afrutado. Sabes que no me gustan los vinos secos. Era nuestro primer aniversario yo tenia un mes de embarazo. Teníamos tanta ilusión de nuestro hijo. Me diste la pistola en una cajita, muy pequeña con un moño rojo, tenia una dedicatoria que decía: “cuídate siempre, te amo”. ¡¿Amor? ¿Que sabias tu de amor?! Maldito estupido cobarde. ¿Que sabias de cuidar a alguien? Quien iba a decir que esa pistola la usaría para cuidarme de ti.
Tome la pistola le quite el seguro, y pensé en nuestro hijo. ¡Tú lo asesinaste! Ese bebito que crecía en mi vientre. ¿Qué culpa tenia mi bebito? Que desgracia para él que tu hayas sido su padre y yo su madre, que se dejaron llevar por el dinero. Querías que me acostara con el cerdo ese, pero por supuesto que yo me negué rotundamente. No dejaste de gritarme, de convencerme todo el dinero que podríamos obtener por ese hecho. A ti no te importo que estuviera embarazada. ¡Como te odio por eso!. Me empezaste a jalonear y yo a tratar de safarme de ti, cuando me aventaste a la cama. Pero por obra del destino caí de panza contra el suelo. Fue en ese momento que mi vida termino. Mi bebito ahora es un angelito. No que paso. ¿Qué ese maldito y pinche “jefe” te dio? Que nada te importo. No te importo que fuera a parar al hospital y que había muerto nuestro bebito. Malditas drogas, maldito dinero. Nunca le tuve miedo al diablo, ni al infierno. Tú sabes que nunca creí en eso. Pero ahora entiendo que sí existe el infierno, es el mismo que yo me he hecho. Nada de lo que paso después te importo. Me fuiste a sacar del hospital, yo me sentía sumergida en las sombras más oscuras. No podía dejar de llorar. Entonces fue cuando me vendiste, no te importo, que me estaba muriendo del dolor. Por eso maté al “El jefe”, no solo por venganza hacia ti. No se exactamente que paso cuando me vendiste. Me tenían tan drogada, que ya ni sentía. De todos modos, ya estaba muerta en vida.
No se si quiera despedirme, y desearte buen viaje. Creo que no te lo mereces, ni tampoco sabrías apreciarlo. Ya te estoy apuntando esperando a que me veas a los ojos para matarte. Esta seria la segunda vez que me escaparía, de eso estaba segura. Me escape de ti hace unos momentos por eso me estas buscando. Con tu siempre sonrisa burlona.
Por fin volteaste, me miraste tal y como yo lo deseaba. Entonces dispare. Caíste al suelo como cualquier costal de papas. No fue como en las películas en cámara lenta. Solo caíste. Creo que al final deberías de agradecerme que así lo haya hecho. Alguien como tú no se merecía una muerte tan tranquila. Que más da, en estos momentos. Mi venganza había terminado. No pudiste decir nada.
Disculpa que no te haya dado la oportunidad de suplicar o pedir perdón como todos cuando tienen miedo a morir. Tal vez todavía te amaba un poco, muy adentro de mi alma y no quise humillarte.
Estabas ahí tirado, con charcos de sangre a tu lado. Inmóvil. No podía dejar de mirarte. Me sentía tranquila. Ya todo estaba hecho. En ese momento no supe si quedarme ahí parada, o tratar de huir. Sabía que de todas maneras me perseguían por la muerte de “El Jefe”, porque por ti, nadie me mataría.
Así que tome la decisión de esperar mi muerte aquí en la playa. Viendo hacia el horizonte, soñando despierta en otra vida, en como hubiera deseado cambiar mi infierno, por un paraíso al lado de ti. Demasiado tarde. El agua del mar toca mis pies, esta fría. Es invierno. El mar parece tranquilo. Mi espíritu esta en paz, por fin todo a terminado. Esta amaneciendo, el sol se ve hermoso, las gaviotas revolotean en el aire. Y yo sin saber volar. Se que si cierro los ojos tal ves no los vuelva a abrir. Prefiero morir viendo el cielo que se junta con el mar.
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