CAPITULO 2
Se marcho hacia el hospital sin desayunar se creía en su justo derecho por estar molesta con su madre incluso se fue sin despedirse, eran ya varios años de aquella situación desde el segundo año de secundaria. Soledad había comenzado a cambiar su carácter y a mostrarse reservada y agresiva con su madre justo en el mismo tiempo cuando sus deseos sexuales comenzaron a despertar. Su padre nunca fue cariñoso con ella de hecho ni siquiera era expresivo, era inexplicable aquel deseo sexual que le había despertado, solo lo descubrió un día en que él estaba haciendo unas mejoras en la casa y ella lo vio bañado en sudor y moviendo aquellos músculos de la espalda que se le habían desarrollado por la ardua labor de albañil de toda la vida, paso junto de él, el hedor bronco y la emanación de feromonas hicieron que Soledad tuviera contracciones vaginales de deseo, corrió a su cuarto he intento tocarse pero su madre la interrumpió y la llevo a rezar el rosario de las siete de la noche, esa tarde entre los murmullos monótonos de las oraciones ella estuvo deseando a su padre y en lugar de concentrarse en los rezos sentía aquel calor sutil elevársele de entre las piernas hasta los nubiles senos. Tuvo que llegar a bañarse con agua fría para apagar el quemante deseo de manipularse sus partes para desahogar sus ansias, ese día fue tal el impulso natural que no pudo dormir y al ritmo en que su padre le hacia el amor a su madre ella se manipulaba hasta tener su primer orgasmo en aquella ocasión estuvo tentada a introducirse el dedo de la desesperación que le producía el ansia, pero le basto subirse a la almohada y tuvo que morder la cobija para ahogar aquel gemido que estuvo a punto de escapársele de las entrañas. Al despertar lloro amargamente por la ofensa infundida a su dios, el día que le contó al sacerdote su aventura este la reprendió de tal manera que le prohibió tener esos pensamientos y además acercarse siquiera a tocarse so pena de excomunión, como si la prohibición bastara para inmovilizar al demonio de la pasión.
Así comenzó aquel infierno de tentaciones para Soledad, ya hacia 5 años desde aquel día y cada vez el deseo se incrementaba de tal manera que creía perder la razón. El año pasado para navidad, la única ocasión que tenia para abrazar a su padre lo retuvo el más tiempo que pudo incluso lloro abrazada a él, don Toño pensó que era la emoción de la ocasión sin saber que su hija le estaba pidiendo algo antinatural que ninguno humano en sus cabales podría darle, luego tuvo la actitud normal de irse a refugiar en su cuarto.
--La navidad la pone muy sentimental –dijo Don Toño a doña Toña.
--Hay Antonio ya no se ni que pensar de esta niña –dijo preocupada la mujer.
Ese día en el hospital tuvieron práctica sutura. Soledad decidió estudiar enfermería por que su padre con frecuencia se lastimaba y ella lo curaba era la única forma de tener contacto con él, de estar cerca de tocarlo, y sobre todo de impregnarse de aquel olor adictivo a suciedad y hormonas masculinas. Su problema era tal que guardaba celosamente un trapo de paño que utilizo la primera vez que le limpio la herida que le provocó una varilla en el brazo derecho, aquel fetiche sucio y lleno de sangre seca era atesorado debajo de su almohada acariciado y olido hasta la saciedad, lo usaba como estimulante para manipularse y lo guardo siempre hasta la muerte de su padre, ese día se lo entrego a la tierra como para pedirle pendón a dios por las atrocidades mentales que había hecho gran parte de su vida.
Ese día en la practica de sutura llego al hospital un herrero machucado por un martillo y la primera voluntaria fue Soledad aquel hombre reunía todas las características del ideal para ella, la cercanía el olor y la musculatura de aquel hombre hicieron que soledad se humedeciera de su intimidad, comenzó a sentir aquella excitación que le hacia que se le contrajeran los músculos vaginales. Al finalizar la curación tuvo que correr al baño y entre la represión del enorme pecado y la excitación termino dándose un enorme orgasmo. Ahí tuvo que morderse la mano hasta casi sangrar para no gritar, y nuevamente guardo la gasa que impregnó con el sudor del tipo para tenerlo también de fetiche.
La lógica hubiera sido que se hubiera enamorado de cualquier tipo con el perfil de su padre pero la verdad era que los tipos solo se lo recordaban y al que amaba secretamente era a él, a don Toño.
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