CAPITULO 1

Aquél olor a polvo y sudor saturaron sus fosas nasales y con el, la excitación venia enseguida era increíble aquella sensación prohibida y adictiva que la hacia sentir su padre, ella estaba en el lavadero y él llegaba al pequeño lavabo que se encontraba junto sin saludar pero a ella le daba gran alegría o era la emoción de esperarlo a diario para luego tenderse en su cama ahogándose en aquel deseo prohibido que algunas veces la llevaba a tocarse pero que luego se reprimía por sus fuertes convicciones religiosas y la llevaba a rezar un rosario completito por el solo hecho de la excitación que le daba el olor a suciedad y sudor de su padre recién llegado de trabajar, y luego las maratónicas escaramuzas amorosas que le propinaba a su madre rematadas por nalgadas que se escuchaban hasta su habitación, aquello la hacia que llorara en silencio de rabia por que se llenaba de celos por que su padre poseía como bruto a su madre y ella deseaba que lo hiciera con ella y a la vez se avergonzaba de aquel sentimiento. De nuevo a refugiarse en sus rezos para poder conciliar el sueño. Primero una docena de padres nuestros engarzados con lagrimas y con el ardor en la entrepierna por el deseo callado, y el nudo en la garganta por los celos mortales contra la usurpadoras que según ella era su madre y al día siguiente a pedirle perdón a dios en la misa de seis de la mañana y de nuevo a confesarle sus secretos al sacerdote que imponía la penitencia eterna de rosarios y magnificas para purificar sus pensamientos pero que solo exaltaban más aquel deseo insano.

Y al regresar a casa para ayudarle a su madre a preparar el desayuno aquella actitud agresiva que su madre nunca acabo de entender.

-- Yo no se para que vas a misa si siempre vienes con esa cara de amargura –dijo su madre.

-- A dios le gusta que uno este alegre y tu te la pasa enojada y gruñendo todo el tiempo y sobre todo conmigo que soy tu madre eso es pecado mortal, no esperes consideración de dios con esas cosas –volvió a insistir la madre.

Callada con aquel enojo que le quemaba las entrañas Soledad Treviño, se limitaba a lavar los trastos sucios de la noche anterior y a secarse con el delantal a picar cebolla y jitomate para preparar el desayuno para su padre, en eso si ponía esmero pero no podía evitar la incomodidad que le causaba coincidir con su madre después del revolcón nocturno de jadeos y suspiros que su padre le habría propinado la noche anterior hubiera querido reclamarle y decirle ¿que por que le estaba robando a su hombre? o queriendo ser más sutil reclamarle por aquella supuesta perfección moral siendo que se atracaba de sexo cada noche con su padre pero sus reclamos serian ilógicos por que finalmente ellos eran un matrimonio bien habido y bajo la bendición de la iglesia católica.

--No me haga caso mama es que me duele la cabeza –dijo Soledad queriendo ganar tiempo.

--Siempre te duele la cabeza ya te llevamos con el doctor y dice que son puros nervios –dijo la mama desesperada.

--Hay hija si hay algo que me quieras decir, algún muchacho que te guste y por eso estas así tenme confianza –dijo Doña Toña queriendo acercarse a su hija.

--Ya le dije que no me gustan los muchachos y que yo nunca me voy a casar –dijo Soledad a la defensiva.

--Eso dices ahorita pero va a llegar el hombre que te llene el ojo y veraz como vas a ser bien feliz y vas a tener tus hijos y tu casita. –dijo la mama sonriendo.

--Cállese, cállese a mi no degustan los hombres –dijo Soledad llorando y corriendo a su cuarto.
En eso entraba Don Toño Treviño a la cocina acomodándose los pantalones y los tirantes sobre la camiseta que algún día fue blanca.

--¿Y hora esta que trae? –dijo don Toño

--No se Toño esta muchacha esta rara yo pensé que con lo de la escuela se le iba a quitar pero yo la veo cada día peor –se quejó doña Toña.

--Es la juventud mujer, nomás hay que tener cuidado que no se desbalague con cualquiera –dijo don Toño conciliador.

--Ella dice que no le gustan los hombres y por eso se puso asi por que le dije que se busque un buen hombre pa matrimonio. –dijo doña toña.

--Pos entonces no le hagas caso y dame de almorzar que se me hace tarde para llegar a la obra. –dijo don Toño.

Continuara...