En 1918 nacio Irène, su vida se puede resumir en pocas palabras pero ellas no contienen todas las horas de colegio ni todos los minutos de felicidad. Que son 85 años en la vida de una persona, son el suspiro de una vejez vejetada, la dependencia al alcohol como secuela de la muerte y olvido de un marido para guardar las apariencias y un hijo que ella ama pero que no viene jamas. Ochenta y cinco años no resumen nada, porque todos los aprendizajes que ella pudo adquirir se incorporaron en su piel y se fundieron en su memoria demente. No basta créer en un màs allà para pensar que todo lo vivido fue un depósito a largo plazo en la cuenta de vidas futuras. Entonces que nos queda?, las vivencias son para cada minuto de nuestras vidas, ellas no solo pasan para mojarte como la lluvia y después evaporarse sin dejar secuelas, ellas estan para mostrarnos algo, tienen su sentido de ser como lo tiene nuestra propia existencia en sí misma. Irène quedarà en mis recuerdos como lo estan Georginne, Mme Butti, Mme Grange, con su Oui ! fuerte y perdido entre los corredores del hogar de abuelitos. Hasta que un dia sea mi turno de olvidar.
« Georginne Monin 313 », decía antes de llegar a su puerta, como si el numero de habitaciòn la fijara en un espacio concreto. Al entrar al ascensor miraba su reflejo y saludaba al vivo retrato de alguien conocido « bonjour monsieur comment allez vous, tout va bien ?, vous avez bien dormi? » giraba y me decia « celui là il veut pas répondre » y miraba molesta ese otro pasajero. Al llegar a su destino de anclaje ( su sillon de siempre) comenzaba su ardua tarea de contar los botones de su vestido. Si eran menos de cinco algo en ella se quebraba y agitada decía que todo estaba mal. Qui est vous ? Elizabeth la bête ?, Elizabeth diabete ?, entonces una vieja cancion infantil pero que resumía bien su historia resonaba en sus juegos botonescos, « vi-gne-ron- où –est- tu- vi-gne-ron… ? y asi hasta que alguien pasaba y la distraìa. Ella tuvo muchos amantes, tantos que no supo a quien escoger o quizas al que más amo nunca le correspondio, eso puede sucederle a algunas almas amantes.
Al final de nuestras vidas son nuestras angustias no resueltas las que vienen a acompañarnos y es nuestra memoria olvidada la que nos recuerda lo no dicho, eso que no hemos querido saber, aquello que no hemos querido ver...