Soy un educada fiera salvaje que anda extraviado de esa dimensión donde todo está escrito de antemano. No me siento en la silla a esperar la presencia del ángel salgo a buscar lo que haga falta cual bestia que da profundas zancadas en el lodo. En esa basta zona de predeterminación que existe fuera de lo material donde todo tiene una explicación como salvoconducto.
Una civilización que avanza.
Sucio, cocido por el sol, sediento, cansado.
Peiné una raya aspirando ondo mientas recorro la poesía tallada en el pupitre. El negro Maciel hizo lo propio dando bocanadas de flores prohibidas.
Todos con la pistola puesta en la cáscara de huevo drenando como lauchas cebo industrial: "viejas angustias renovadas". Principales vitales objetivos a cumplir con el rigor de la violencia.
A mi el llanto ajeno no me hacía nada, pero el Chueco Pereda me enseño a desconectar el sonido de la voz, entonces esa poesía que son las maldiciones cantadas se ahogaron en la bolsa del rescate. Estaba podrido de hacer temblar cabinas de espanto. De quedarme con cabellos en los dedos en vez de perlas en la sucia lata.
La tranza complica porque nadie quiere apestar niños, pero ellos disparan de la acera porque esta hace hervir la sangre. A quien quiera obtener moneda debe antes cortar el brazo en la entrega del vuelto. Quien quiera encontrar un amor debe cerrar los ojos y soñar, pero nunca andar despierto.
Jugando al Pool con el Ronco García, cuando recién comienzo, apunté con el taco como para hacer carambola, estupidamente olvidando la esencia, cosa que no hay que hacer, metiendo la bola ocho negra, por ende teniendo que pagar la vuelta de champuse.
Tenemos un lechón en el sótano acurrucado como un feto, esperando que la prueba de vida surta su deseado efecto, ya que le enviamos un dedo con el anillo todavía puesto.
Al Ronco le place eliminar por ganas, dice, para templar el carácter. Yo prefiero esperar que los giles se retoben para andar de conciencia tranquila.
Pero resulta que el secuestrado apareció en pleno delirio de la tarde afiebrada por el espantoso calor.
Así anestesiado dando tumbos, pintó con la mocha mano de rojo las paredes del bar. Suerte que es una guarida donde somos todos parientes.
Entonces Pereda soltó su lazo y con una soga lo hizo caer de jeta, contra el piso de importante cerámica antigua, como la del Viejo Almacén.
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