CUANDO EL MUNDO LLAMA
Cuando se es padre se quiere evitar todo sufrimiento a un hijo, solo el que lo siente lo comprende, dice el dicho: “No se es hijo hasta que no se es padre”, mi viejo me miró con esos enormes ojos azules como queriendo retenerme.
-- ¿Para que te vas a la ciudad? – me dijo.
-- Aquí podemos seguir con el negocio familiar, te hago mi socio y vivimos muy bien – me ofreció.
Pero la decisión ya estaba tomada, el mundo me llamaba y había que estrenar las alas. Así que me fui con un poco de dinero y un mundo de sueños esperando de la vida todas las cosas buenas que un adolescente sueña, sin imaginarme que la vida me enseñaría sus oscuras fauces y que la humanidad me mostraría su peor cara; la del egoísmo.
Me instale en la casa de unos parientes de la ciudad, pero pronto sobré en el presupuesto pues el dicho reza: “El muerto y el arrimado a los tres días apestan” y me vieron más defectos que a un caballo viejo, así que tuve que buscarme refugio en un hostal. Con la supuesta libertad que siempre había soñado despilfarre el breve capital que tenia y el hambre se hizo mi compañera eterna, lenta e inexorable. Solo el que la ha padecido sabe lo lentas que pueden pasar las horas, yo trataba de ahuyentarla con sueño, pero solo era una tregua para apersonarse ahí de nuevo en mi despertar. Nadie es sensible a esta situación y entonces comprendí cuan solo estaba en el mundo, además del hambre en la noche me visitaban la tristeza y la nostalgia que me provocaban llanto. La solución hubiera sido regresar a mi terruño donde tenia la protección conocida, pero el orgullo malentendido y el ímpetu por seguir estudiando me mantenían ahí con mis tres inseparables compañeros.
Un día llego mi viejo iba vestido con sus pantalones blancos de lino, su guayabera y su sombrero de Panamá, el corazón me dio un vuelco de alegría, me encontró; escuálido, ojeroso y desmejorado entonces entendió que era igual que él, que me podría estar muriendo de hambre y jamás pediría ayuda, y me dijo;
-- El mundo es un lugar cruel hijo, la gente va de prisa para fijarse en los demás, pero es la única manera de hacerse hombre. Me dejo un paliativo para mis desventuras y se fue, aquella fue la última vez que lo mire… vivo.
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