El Difuntito
La verdad es que no entiendo por qué tanto argüende. Total, sí yo ni lo conocí, y es lo que le digo a mi madre, pero ella no hace caso. Me he preguntado por qué, pero creo que es como una tradición aquí llorarle a los muertitos. Pero yo no, ni tengo que llorarle. Y sí me da tristeza, pero nada del otro mundo, bueno sí, él, que en paz descanse.
Y bueno, del otro lado, ni hablar, sé que las cosas están difíciles, pero pues de todas maneras yo quiero irme para allá, nada más que termine esto de la crisis y me junto mis pesos, dicen que muchos se están regresando, y ahí está él como ejemplo, pero pues así nos dejan más lugar. Es una lástima, la forma, eso sí. Muchos se mueren al cruzar, de sed en el desierto. Dicen que a otros los cazan como coyotes allá los rancheros, por el purito hecho de ser ilegales. Pero irse a morir atropellado, aquí enfrente de la casa, llegando llegando y saz se muere, antes no lo secuestraron, con eso de que está de moda.
Ha venido toda la familia, y con todo y que los hermanos se cooperaron, no alcanzó pa'otra caja, solo esa, y yo le decía a mi madre que se contratara un lugar para velarlo, pero ni modo, no alcanzó, apenas y alcanzó para el café y las tortas para todos. Y luego que acostumbran velarlos como cuatro días, ¡figúrese no más! Vamos a tener aquí desfilando a la gente, ¡uy y luego el novenario! La pobrecita de mi amá, ni ha dormido nada, pero ni hace caso de que descanse que le va a hacer daño, que se nos va a malear, pero mírela no para, todo el día preparando qué comer y ahorita todavía dándole el cafecito a todos los gorrones.
Dicen las malas lenguas que ya tenía otra mujer por allá. Y es obvio, ¿a poco no? Eso sí, el giro cada mes en el telégrafo para su familia de acá. Menos los últimos meses que ya no hubo chamba y por eso se volvió y a su mujer de allá, quién sabe dónde la habrá dejado. Dicen que ella es de por Nayarit, de seguro que también se regresó a su casa.
Ay, y mi madre, ya ni la amuela, cómo se le ocurrió invitar al Javier. Mire no más cómo lo miran todos, sí, es ese del rincón, el hombre de sombrero. Al principio nos caía gordo, pero es bien buena gente y ya hasta le agarramos cariño.
¡No señor! ¡No creo que he bebido demasiado! Solo me he tomado unas copitas. Y ni me mire así que me prendo. Mire que yo solo le estaba contando, pero pues ultimadamente ni le importa, así que apúrele a maquillar a mi padre que ya llegaron todos y nada que sale el difuntito.
|