La espera empieza a ser eterna, las ansias comienzan a carcomer mi mente; y las gotas que caen como esferas de acero me recuerdan tus dulces caricias que han sido perfectamente grabadas, trazadas, esculpidas y recordadas por mi piel.
Ahí estas al otro lado del espejo, al otro lado de mi ventana, al otro lado de mi calle, esperando a un mítico suceso que entre palpitares y suspiros se vuelve intrínseco al paso del viento suave por la colina de la soledad...Soledad?, a caso se ha mencionado a la soledad?; ámbito querido por la ambigua ánima que ha de habitar este cuerpo. Burbuja de misterios separada de tajo, has entrado y no me dejes, lléname de ti, lléname de vida, lléname de oscuridad y horror.
La lluvia sigue cayendo de manera violenta, como si en ella se manifestará tu dulce esencia que trata apresuradamente de alcanzarme. El viento grita, la lluvia golpea haciéndome saber que estas ahí, en ella; que en la lluvia están tus manos, tus caricias, tus sonrisas y tu mirada; y que en el viento, están tus dulces palabras, tu llanto y tus gritos que me buscan en el crepúsculo de esta tormentosa noche; tan tormentosa como la vibrante mezcla de tu aliento con el mío que surcando el espacio pasivo-agresivo de lo que se entiende y lo que no se entiende llega a ti, como un suave beso de seda, cuidándote, protegiéndote.
Y yo estoy aquí, al pie de la cornisa de mi ventana. Mirando al momento peyorativo que me envuelve ahora mismo, recibiendo esas caricias en la lluvia, esas palabras escondidas en el viento, y es así como paciente-desesperadamente espero tu llegada, tu llegar, tu venir y devenir conmigo.
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