Inasticlt, se da cuenta que esos hombres barbados con espadas de metal y montados en monstruos, arrasarán con todo lo creado por los sabios mayas, a través de tantos milenios de cultura y de belleza. De ciudades construidas con pirámides altas hasta el cielo, para comunicarse con los dioses.

Irá a las tierras altas donde habitan los señores de Yaxchilán, herederos de la sabia e inteligente cultura Tolteca; los Mayas Quiché. Ellos son bienaventurados pues los dioses los favorecen, porque tienen el árbol de la Vida y de la Vía Láctea, El Ceiba. Son guardianes de los códices mayas, del libro sagrado de la creación, El Popol Vuh.

Esta vez se engalanó con su tocado de piel de jaguar, que le cubría la cabeza y los hombros y por delante las dos manos del animal con sendas garras descubiertas. Un escudo de dura madera y su macana que es su espada maya, de igual material al escudo pero con piedras de oxidiana, cortantes como navaja. Se calzó con cubre pies de piel de jaguar y emprendió la marcha. Esta vez ninguna Tzabcán (serpiente de cascabel) lo distraería, muy por el contrario, las mataría una a una, por su traición.

Serían siete Kines(días) para llegar a las tierras altas, pero conocía sus bosques y era el señor jaguar de esas selvas.
Emprendió la marcha y en su retina estaban dibujados los horrores de los días pasados.

Su espíritu le pide que invoque a Chan Bahlum (serpiente jaguar) que mora en Palenque, la ciudad de los dioses. La ciudad de Pacal, el rey dios que se encuentra sepultado en sus entrañas.
Alzando su escudo y su macana grita al viento que lo lleve raudo y sin cansancio. Todo Yucatán debe saber de la desgracia. Así lo hizo el dios del viento y tomándolo en sus brazos lo alzó por encima de las copas de los árboles, Inasticlt dando un grito de guerra desafió a los guerreros barbados.

Siete Kines por tierras bajas hasta llegar a la planicie alta donde se encontraba la ciudad Yaxchilán. Monos, pájaros, serpientes y felinos, se hacían respetuosamente a un lado, al paso del guerrero

Llego a las puertas de Yaxchilán, los guerreros guardianes dieron la alerta; un desconocido ataviado para la guerra se aproximaba, pero Inasticlt, habla con potente voz. Soy guerrero jaguar de Chichen Itza. Y vengo a traerles una mala nueva. Llévenme donde el Ahau Quiché, señor de esta comarca y guardián de los libros del saber.

Así lo hicieron, Inasticlt, puso una rodilla en tierra diciendo: señor, la desgracia que ha desembarcado en las costas de Yucatán ha llegado hasta nuestro pueblo.
Dioses barbados, montados en bestias enormes, armados con metal desconocido. Tubos que lanzan fuego y ensordecen la cabeza con su ruido, la muerte es la que dejan a su paso, nuestras armas no sirven a menos que toquemos el rostro o las manos.

¿Barbados dijiste? Pero si con ese rostro nos llego la luz y la inteligencia, KukulKán así le decíamos. Vino del este, de allá de los mares, pero dijo que volvería.
¿Estas seguro que no son hijos de Kukulkán? No mi señor dijo el guerrero. Estos vienen a quitar la vida no a darla como el maestro.
Has hecho bien en llegar hasta aquí. Formaremos un ejército y los echaremos al mar. Mi señor esa gente no es como nuestros pueblos. Nosotros hacemos la guerra solo para conseguir prisioneros. Y en ofrendárselos al dios sol. No matamos inútilmente. Ellos no dejan rastro de vida, no les interesan los prisioneros. El sacerdote lo aplacó diciéndole: No hay otra forma de extirpar el mal.

Y así ocurrió que 50 hombres y 12 jinetes acorazados armados de mosquetes, lanzas largas con punta de hierro, espadas y en nombre de su dios, asolaron Yucatán en busca de oro y piedras preciosas, tesoros que se encontraban solo en Tenochtitlan., ciudad del lago. ciudad del imperio azteca.

Nómade....

Continuará