Hoy tengo esa sensación de querer dejar fluir los dedos ante el teclado. Sin embargo, los veo ajenos a mi; mis manos tienen vida propia, vida que utilizan para quedarse estáticas, congelándose ante el clima invernal.

Esa sensación de dar un pequeño grito que muchos confundirán con suspiro, algunos otros dejarán pasar desapercibido y los más reprocharán el escándalo injustificado (yo también lo haría, las emociones se inventaron para ser guardadas).

Hoy intenté no pensar en nada... y lo logré. Intenté perder mi mirada y de pronto el reloj había caminado en su eterno espiral una gran distancia entre un parpadeo y otro. La mirada perdida ni siquiera sintió que se humedecía.

Subí un rato a la azotea de la casa, prendí un cigarro y al recordar que no fumo dejé que se consumiera solo... me sentí tan identificada con él, que por piedad hice lo que nadie hará por mi; me levanté, lo pisé y lo tiré finalmente a la basura ya deshecho.

Hoy quise desaparecer, pero heme aquí... escribiendo las cosas que posiblemente nadie entienda, ni su autor.