Si de algo estoy seguro en esta vida es que no me gustan las sorpresas, y me contradigo a mí mismo argumentando que realmente nunca me he sentido preparado para muchas cosas, ergo, todo en mi vida es sorpresa.
Habían pasado ya tres años, su ausencia ya dolía menos o sólo me había vuelto adicto al dolor. Tres años de no discusiones absurdas o reconciliaciones precoces, tres años sin mentiras, sólo tres años sin él. Tres años que marcaron mi vida y me volvieron lo que era hasta hace unos meses antes de este nuevo él.
Su último recuerdo oscilaba en mi memoria noche y día, su voz y sus te amo me seguían a cada paso que daba, como si buscara castigarme por haberlo dejado ir cuando ya estábamos juntos. Como si empacar sus cosas y dejarlas al olvido me hicieran más suyo de lo que había sido, como si escribir la historia de mi vida en crónicas de deseos banales no satisficiera su necesidad de ser nombrado y llamado el único, el primero y el verdadero…
Ahora soy el resultado de tres años, menos un artista, un panda y un Gelato. Soy lo que quedó de aquél incauto que se atrevió a amar y quien salió en busca de amores errados. Soy el resultado de quien creí amaría más allá de la muerte y que en la misma muerte no encontraría límite que mi hiciera creer que lo habría.
Recuerdo que llegué por primera vez a este nuevo salón de clases, nuevos rostros que se volvería cotidianos al paso de los días, amigos que se volverían inseparables. Me senté, bajé la mirada como esperando que nadie notara la presencia del extraño que yo mismo me sentía, y entonces llegó él, tal como lo había soñado sin soñarlo y siendo tan él que me robó un suspiro que no he podido recuperar. Lo hice mío con la mirada y me hizo suyo con su sonrisa. Pero ¿Cómo permitirme volver a sentir?¿Cómo levantarme el castigo? ¿Cómo dejar ir el recuerdo de mi verdadero amor?
Su nombre( también) es un misterio, uno que tal vez él mismo revele a su tiempo. Su vida, toda una aventura, ¿Y él? Todo lo que podía soñar por segunda vez. Nos conocimos en cámara lenta, como si fuera el rodaje de alguna película clásica en donde ambos protagonistas evitaran contar el final con la dulzura de sus miradas. Nos reíamos de todo como los mejores amigos, no había roses de piel ni intentos fallidos de aventuras esporádicas, éramos sólo él y yo. El tiempo seguía su curso y yo seguía sólo el de él, éramos todo lo que había soñado ser con el anterior él.
Hay un peligro que nadie te advierte cuando llegas a tener un íntimo mejor amigo, y es tan simple como hacerle saber tus intimidades. Pero ¿qué pasa cuando hacerlo implique desnudarte emocionalmente antes de tiempo frente a alguien a quien podrías llegar a amar con tanta intensidad como la primera vez?
Un día, uno entre tantos, mientras caminábamos a nuestras casas se puso frente a mí, colocó sus manos sobre mis hombros y me dijo:
- ¿Verdad o reto?
Mi alma se detuvo en ese instante, de un golpe me deshice de sus manos y tres segundos más tarde, cuando por fin reaccioné, tenía sobre mí esa mirada que ya conocía perfectamente en él: una combinación de sorpresa, incertidumbre y enojo. Le pedí disculpas por mi absurda reacción y me dijo que todo estaba bien. Seguimos caminando y lo que solía ser una amena charla se convirtió en un silencio opaco e incómodo. Minutos más tarde, justo antes de separarnos para ir a nuestras respectivas casas él dijo
- ¡Hasta mañana!
Yo dije:
- Verdad.
Avance:
-Y no encontré mejor manera que con mis letras, la verdadera fuente de mi amor, así nació una de las prosas más maravillosas que haya escrito ‘Dejémoselo al Tiempo’
-Y le escribí cada día, miles de letras que me volvían loco queriendo llegar a él, me atormentaba el pensar que cualquier otro autor podría inspirarse con mi musa.
-¿Por qué tienes tanto miedo de abrazarme? Tócame, soy real |