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Bienvenido al infierno

Prólogo

Di lleno y serás hueco
Cree que es hueco y lo verás lleno
Di diferente y serás igual
Aunque no lo creas
El infierno está lleno de suntuosidad.

Ajuares costosos de la última moda
En el infierno también hay invierno
Lluvia, viento y helada
¿Este castigo durará para la eternidad?

Aquí no te hablamos del infierno
Hipócritas, hacemos como si no lo viviéramos
Y lo hemos hecho tan bien
Menos mal porque nos queda la esperanza y la fe

Créeme que no es como lo pinta Dante
Los Doctores de la iglesia y la Biblia
Porque el infierno incluye el purgatorio
Y no nos olvidemos del paraíso
¿De verdad a Judas lo está mordisqueando Lucifer?
¿De verdad muchos expiaremos nuestras culpas?
¿De verdad contemplaremos a Dios para siempre?
¿Están en lugares separados? ¡Claro que no!

El que tenga ojos, que vea
El que tenga oídos, que escuche
El que tenga cuerpo, que sienta
El sea fuerte, arrastre a los demás
El que sea médico, que cure el cuerpo
El que sea estudioso, que interprete
El que sea astuto, que haga de guía

¡Bienvenido a nuestro infierno!
Aquí ya reina el miedo y el masoquismo
Te dejamos intentar ser feliz
Para que hagas tu purgatorio
Y el cielo está a la vuelta de la esquina
Ya sea en la mansión causante de envidias
O la casita de tablas que construyó el indigente
Porque lo que está abajo también está arriba
Los que van de primeros serán los últimos
Los que caminan de últimos serán los primeros
Los sabios callan y los necios gritan
¿Adivina a quién escuchamos los condenados?


Huída

Ya lo tenía todo preparado. Bajo la cama estaba la maleta con algo de la ropa. Metí la más fea y austera. Cuando se viaja lo que se hace es meter la ropa más bonita, como si la gente en donde nos fuéramos a hospedar les importase qué clase de ropa vestíamos. Pero yo no me iba a quedar donde alguien conocido, es más, ni sabía a dónde iba a parar. Y con lo que iba a hacer daría igual. Y con lo que iba a hacer, no importa si sigo vivo o muerto. No va a ser mi culpa, sino de ellos. Entonces aproveché que estaban en un momento vulnerable: Viendo la novela de la noche. Entonces les dije

-Mamá, papá, tengo algo que decirles
-¿Qué sucede?
-Soy homosexual

Uno de ellos se paró y la otra gritó, ambos comenzaron a vociferar cosas que ni entendí, pero a sabiendas de que podían tomar sus zapatos y tirármelos, subí, tomé el celular, la billetera, la maleta y bajé. Ya había pedido el taxi.

No supieron nunca a dónde me fui. Y lo calculé todo con la máxima precisión. Fui al terminal, compré el boleto y esperé hasta las diez para que saliera el bus a Bogotá. Aguantaría hambre por unos días hasta que finalmente encontrara un sitio donde quedarme. Tenía dinero para comprar un tiquete de regreso (es más, había para regresarme en avión pero cuando no dependes de tus padres y estás desempleado, tienes que privarte de muchas cosas) luego de caminar con la maleta por varias horas me sumé a un grupo de desplazados con los que caminé hacia un puesto de atención. Evité hablar con ellos. Una vez que abandoné la seguridad de la marcha de los desplazados, seguí caminando hacia el sur. Fui suertudo, encontré el primer día un lugar donde quedarme. La casa era de una viejita. Tenía pensado trabajar como mesero, barrendero o cualquier cosita y ahorrar para comprar una bicicleta, luego me pasearía por todo Bogotá para aprenderme las rutas y las calles y poder servir como mensajero. Y seguir trabajando. El rico cuando cae, hace lo posible por levantarse. Yo nunca fui rico, pero tampoco fui pobre, por lo que todo esto es nuevo para mí.

Pero olvidémonos del futuro, el presente es lo único que hay. Era irremediable que la viejita me preguntara cómo rayos llegué acá, así que decidí alterar un poco la historia, diciendo que había contraído una enfermedad venérea y mis padres me botaron de casa. La viejita me dijo que no me preocupara y que le dijera la verdad. Dios. ¿Cómo se dio cuenta? No tenía de otra. Le dije que era homosexual. Luego se me acercó, me abrazó y me dijo que dejara de ser tan inocente. Ella dijo eso para probarme. Luego me contó la historia de su vida mientras que preparaba chocolate. Al final me dijo que me acogería gratis durante una semana, pero me preguntó como rayos pensaba pagar luego del periodo de gracia. Le dije mis planes. Y también le dije que alcancé a abrir una cuenta bancaria y ahorrar tanto como para comprar un tiquete a Miami, de hecho, lo habría hecho de no haber sido menor de edad, tengo visa de turista vigente. Hay plata para el alquiler de siete años. El siguiente día sería tenaz, así que traté de dormir tanto como pude, pero solo pude conciliar el sueño después de media noche.

Fortuna

Tengo tanta suerte que me da miedo. Es decir, cuando estaba en el colegio siempre me jodían la vida los matones, aunque nunca les demostré miedo, ellos siempre se sentían con la autoridad de molestarme, ya sea porque uno mida el doble que yo o el otro se acuesta con tres putas cada fin de semana y yo al ser homosexual no puedo tener lo que él tiene y por alguna razón tiene que molestarme. Lo interesante es que nunca le dije a nadie mi condición. Y como todo el mundo asumía que era heterosexual, nunca pude tener una amistad verdadera, porque la mitad de mi vida era una mentira.

Estudiante promedio, amigos falsos, matones acechando y todo tipo de desgracias. Los envidiaba a todos, lo interesante es que a ellos parecía no afectarles la ley del karma, hacían cuanta cosa mala existe en este mundo y todos los adoran, son casi perfectos, yo no podía hablar mal de nadie porque las siete plagas se me venían encima, y claro, ellos podían chismear todo sobre todos. Como nunca me abrí completamente a alguien, forjé mi carácter introvertido y ahora, habiendo conseguido refugio y trabajo tan rápidamente, comienzo a sospechar y a creer que algo horrible sucederá. Es irónico, cuando no tienes por qué preocuparte por las cosas horribles, éstas dejan de suceder, pero cuando no puedes equivocarte, las desgracias patrullan esperando tus errores.

Cuando salí tomé un periódico y fui lugar por lugar, hasta que encontré en un bar un aviso solicitando ayudantes. Entré y me entrevisté con el administrador. El tipo daba una impresión de ser serio, y cuando le tuve que confesar que era menor de edad y homosexual, estuvo a punto de sacarme, pero luego dijo “Te daré el trabajo porque ya casi cumples dieciocho, pero cuando los cumplas, si se aparece algún pedófilo homosexual, tú lo atiendes”.

Luego entendí el lío con mi edad. Es decir, es un país tercermundista, todos necesitan trabajo, además soy mayor de dieciséis, tengo bachillerato y puedo trabajar, pero no en cualquier lugar. Éste bar era también una “casa de citas”.

Por cuatro meses estuve lavando platos y sobreviviendo con veinte mil pesos diarios, el alquiler costaba quince mil así que al menos me quedaba algo para ahorrar. Me hice amigo de algunas prostitutas a las que les contaba mi historia y ellas me contaban las de ellas. También conocí unos travestis y transexuales. Uno de ellos, Daniel, al que le apodaban “Doncella” me confesó que había sentido una atracción inmediata hacia mí, pero él –o ella, como prefiere que se le dirijan- ya estaba padeciendo gonorrea y cuando se dio cuenta de que venía de una buena familia de Santos Reyes, se ofreció como madrina en caso de que la necesitara. Y ya la iba a necesitar para hacer los trámites de la cédula de ciudadanía.



Sacrificio

-Andrés usted ni se le había ocurrido sacar la contraseña falsa, ¿por si acaso?- me preguntó Valentina, era mesera y de vez en cuando ofrecía servicios sexuales.
-Sobre todo con cinco mil pesos de ganancia, de allí también tengo que sacar para el almuerzo la cena y los colectivos, además cumplo dieciocho el viernes y Doncella me va ayudar para los trámites.
-¿Necesita el registro civil sabía?
-¡Jueputa!
-Uy mijo, cuatro meses en el infierno y ya dice vulgaridades
-Créame que hay gente mucho más guache que yo y con el triple de plata que tiene cualquier médico de clínica.

Ya habíamos terminado con las copas, ahora seguían los vasos de cerveza.

-Algo tenían que tener en común los ricos y los pobres- contestó
-Uff si los pobres son lo más educado que hay, le dicen dottor a cualquier profesional de éste país, además las novias de los traquetos no las sacan de las barriadas de por acá, son muchachas de pueblo pero de buena familia.
-Pero quienes tenemos que prostituirnos ¿ah?
-Apenas me den la cédula me tocará darle el culo a cualquier pedófilo que me señale. Nadie se salva.
-Uy no Andrés pero es que usted si es… educación privada, celulares, relaciones, entre los riquitos también hay maricas ¿sabía?
-Sí pero tarde o temprano tenía que fugarme de casa y decirles a mis padres que era gay. No sé si sentirme mal por ellos, ahora toda la familia sabe que me fugué, pero de otro modo tal vez solo me habría exiliado en Europa y nadie más haría preguntas
-A usted le faltó paciencia, le habría ido súper bien en Europa. Es que los ricos nunca saben lo que tienen.
-Nadie sabe lo que tiene. Yo solo quería dejar de vivir una mentira.
-Pero si saben lo que quieren y lo bueno es que tienen la plata para conseguirlo
-No todo en la vida es plata… y uno cree que los pobres saben más de eso
-Es que sabemos más de eso, porque la plata llega de a poquito y al pobre siempre le faltan diez centavos para completar el peso. ¿Y no se le ha pasado por la cabeza la idea de regresar a su pueblo? Puede que sus padres lo hayan querido echar de la casa, pero ellos lo quieren a usted y estoy segura de que están haciendo lo imposible por encontrarlo
-Yo sé que ellos están detrás de mí, por eso no he querido regresar. Además este lugar no es tan mal, aquí no me siento mal.
-Me perdona pero le juro que en su lugar estaría contentísima en mi cuartico de pensionada estudiando mi carrera y cuando acabe me largo a Europa con alguna novia que me consiga. ¿No pensó en eso?
-Claro que sí, pero mi papá tiene contactos con algunos arquitectos y a lo mejor me habría conseguido algo que hacer en lugar de tener que valerme por mí mismo al otro lado del océano.
-Es que usted lo tenía todo, ¡hasta futuro asegurado! Vea usted se merece todas las cachetadas y los puños del mundo.
-Hay quienes sacrificamos todo solo para sentirnos bien.

Vuelve y juega

Estábamos Doncella y yo en el bus, hacia la terminal de transportes. Tenía que sacar el registro civil en mi pueblo. Iba a ser rápido, sólo tenía que sacar una fotocopia del registro civil en la notaría. También necesitaba un examen de RH, pero eso lo iba a hacer en Bogotá. Acá tenía que demorarme el menor tiempo posible, aunque el pueblo tenga cuatrocientos mil habitantes, mi mamá desciende de la antigua aristocracia, por lo que conoce medio pueblo y eso es más que suficiente. Un ejército de doscientos mil personas con tu cara estampada en sus mentes, listos para llevarte a rastras a la casa de la pobre señora. Pero el verdadero riesgo era la notaría.

-Lo bueno de ustedes los ricos es que obtienen puestos rápidos en el gobierno y se pensionan antes de los cincuenta, a nosotros nos toca rompernos el lomo hasta los sesenta. Yo ni si quiera sé si pueda llegar a los treinta- dijo Doncella.
-Es que a ustedes les encanta hablar bien de las cosas malas que tienen los ricos. Y yo nunca he sido rico, le recuerdo.
-Ay, ¿le parece poco? Trabajan cómodos por veinte años y se pensionan con lo que ganan diez personas, diez años antes que todos ellos.
-Es que esa aversión al trabajo que tiene la gente acá es impresionante. Odien a los colonizadores pero ustedes quieren ser como ellos, dejar el trabajo para los esclavos y los judíos. Se cree que los paisas descienden de los judíos ¿sabía?
-Ah con razón esa gente es tan berraca pa’ trabajar. Mire ya llegamos.

Bajamos del bus, Doncella me acompañó hasta la puerta porque la gente le daría de todo si ve un travesti. Nos despedimos. Saqué la plata del pasaje y lo compré, esperé hasta la noche. Mi desayuno iba a ser monstruoso, porque no iba a comer hasta regresar a Bogotá.

El viaje de ahora lo siento tan agotador. Nunca pensé que iba a tener que viajar en bus tanto tiempo, son dieciséis horas. Es que ahora, tengo un propósito. Debo hacer una diligencia y luego regreso. Hace cuatro meses, cuando me vine, me daba igual, es más, habría preferido que el viaje durara para siempre. No me importaba nada. Ahora hay gente que me importa y hay gente que cuida de mí.

La viejita donde vivo, es viuda desde hace mucho tiempo, le tocó trabajar duro para que sus tres hijos salieran adelante. El último fue el que no alcanzó a conocer bien al papá, porque se murió cuando el niño apenas tenía tres años. Además del menor, tenía un varón que era el del medio y la única mujer, que era la mayor. A ella le pudo pagar la carrera técnica pero a los otros dos les tocó conformarse con un curso de mecánica. A todos les está yendo bien, de hecho el menor pudo salir adelante y es ingeniero electricista. Si ella quería, podía dejar la casa en arriendo y vivir con su hijo sin preocupaciones y cuidando sus nietos. Pero no, se quedó sola en la casita que su esposo fue construyendo poco a poco. Yo trabajo de seis de la tarde hasta las seis de la mañana, duermo hasta las dos, en la tarde ayudo a la viejita con el aseo de la casa y su negocio de artesanías que no dejó nunca.

En el trabajo solo tengo que barrer, trapear, limpiar vómito, ayudar a sacar borrachos y lavar vasos. Hay cosas que me sorprendieron mucho a medida que iba conociendo más el negocio.

El infierno está en todas partes

-No sé si sus padres estén pagándole la EPS todavía, pero no se preocupe- dijo Ramiro, el administrador- Hace tres años, una de las chicas atendió a un médico y como el pendejo es de los que les gusta decirse cosas para excitarse, le confesó que era médico. Ella me dijo y lo seguimos hasta su casa. Hicimos para contactarlo y desde hace tres años viene cuando lo llamamos y nos cobra a mitad de precio porque si no lo sapeamos con la esposa. A mí una vez me chantajearon fuerte y me siento mal por el tipo, por eso lo dejamos que se coja cualquiera de las chicas cuando quiera gratis.

Una vez Ramiro me sacó de la casa mientras estaba barriendo y me llevó a la séptima con pepe sierra. Nos acercamos a un tipo y un joven de mi edad más o menos y entramos al centro comercial.

-No sé si en Santos Reyes lo hagan costeñito- me dijo el tipo –pero esto ya salió en el periódico, yo soy el padrino de muchos chicos prepago, por si te interesa.

El tipo mandó al joven a comprar algo y luego nos sentamos a comer helado.

-Ramiro me contó- continuó –que vienes de una buena familia de allá y los clientes quieren alguien con clase, sé que eres muy culto y que eres excelente conversador si te sacan las palabras correctamente.
-Sí, pero creo que aburriría mucho a los clientes
-¿Y a ellos les interesa hablar? Son un montón de ricachones que se casaron antes de la revolución gay, algunos no tienen hijos y además no eres cachaco, eres exótico y muy simpático. A ellos solo les interesa meter sus amiguitos en un orificio. Te iría perfecto en este negocio.
-Déjeme pensarlo.

El único requisito, no tener una enfermedad venérea y ser mayor de edad, por si acaso. Aquellos tipos creerían que soy una puta cualquiera si se dieran cuenta de que vivo en el sur, así que les mentiríamos diciendo que estudio en la Javeriana o que me tomé un “año sabático” antes comenzar la universidad y mi excursión a Europa sale en junio, así que no tengo más que hacer. Sé que Ramiro lo hizo para bien, es decir, a lo mejor creía que me sentía nostálgico por mi bonito pasado y me aseguraría un futuro con ropa de marca, regalos, cenas caras y mucho dinero a cambio de sexo. Pero yo siempre odié la decadente clase alta. Por eso a veces fantaseaba con que era viejo y había adoptado algunos niños con mi pareja, sería exitoso y tendría propiedades. Pero al morirme vendería todo y si acaso les dejaría los niños uno que otro negocio.

Y heme aquí, en el pueblo. Todo será rápido. Lléveme a la Caja Agraria, son cuatro mil pesos, compro la ensalada de frutas y voy a la notaría. Por favor una fotocopia del registro civil. Esta era la gran prueba. Estaba supremamente aterrorizado, el notario podría ser conocido de mi mamá y apenas viera el nombre de mi mamá en el bendito registro civil, encontraría una manera de contactarse con mi mamá para que viniera a recogerme a la notaría, el retenerme no sería problema porque todos sabemos lo lenta que es la burocracia. Pero no, el tipo sacó la copia, entró a la oficina y atendió a los demás mientras sellaban y firmaban en la oficina. Sacaron la fotocopia, ningún problema. Un alivio.

Caminé por varias horas de un lugar a otro, el pueblo es grande pero a la vez pequeño. Recordé los parques, la calle de los turcos, la polémica escultura en la plaza, tomé fotos con la cámara del celular. Ya siendo las ocho de la noche tomé el taxi para el terminal, compré el tiquete y esperé.

Texto agregado el 18-12-2008, y leído por 131 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-06-2009 Me gustó un montón. ¿No tiene continuación?; de todas formas se entiende. 5* Emeleth
 
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