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EL BANDONEONISTA
CUENTO
AUTOR: JORGE DURAN
Casi un ranchito la casa.
Adelante un jardín abandonado.
Por Guaymallen…
Caía la tarde…
Un alto olor a molienda llegaba de las bodegas cercanas.
Alcancé a ver su figura debajo del parral, al fondo de la casita.
Alto ,desgarbado, de pié, la pierna derecha sobre una silla de totora, encima el bandoneón, el cuello casi colgando sobre el pecho, la melena larga.
El fuelle totalmente abierto hasta donde daba. Lo venía cerrando despaciosamente mientras desgranaba una melodía muy dulce, los ligados largos y el compás bien marcado me decía que era un tango y que no debía confundirlo con Bach u otro clásico.
Volvía a abrir el fuelle y se perdía en improvisaciones lentas que remataba con acordes fortísimos de una belleza muy sugestiva.
En la puerta, una puertita de caños y alambre tejido había dos niñas.
Con timidez les pregunté si me podía parar un momento a escuchar.
-Pase –Me dijo la más grandecita, unos diez años. –Pase hasta el fondo, no le diga nada y siéntese a escucharlo.
Tomé asiento en una sillita petiza de totora.
Tenía un puchito apagado en la comisura de los labios.
Notó mi presencia, levantó un poco la cabeza, me miró y luego la giró en sentido contrario y volvió a sumergirse en su misterio musical.
No puedo decir cuanto tiempo estuvo así.
Debí seguir mi camino pues ya estaba retrasado.
Dije gracias a las niñas.
- La más grandecita volvió a hablar: - Gracias a UD. Señor. -Mi papá toca todas las noches en el “Gaucho Florido”, frente al parque.
Al cabo de unos días fui al “Gaucho”. Desde la vereda se escuchaba “A la parrilla.”
La noche era cálida. Sabía que el lugar era una especie de parada de mujeres de la noche donde se bebía y servían algunas minutas.
Me quedé un buen rato en la vereda. Me afirmé en los hierros de un puentecito sobre el canal y cuando terminó el tango entré.
Sobre cuatro cajones de cerveza habían improvisado un escenario y ahí estaba el músico. Sobre el piso su sombrero boca arriba para recibir algún dinero.
Sentí una gran desazón. El hombre era un artista.
Fui hasta el escenario y dejé un billete en el sombrero vacío.
Afuera, mientras caminaba en la noche el hombre arrancó con “ Adiós nonino.”
Sentí como una urgencia de volver al “gaucho” y beberme todo el vino que encontrara…
Pasaron varios días sin poder sacarme de la mente la figura del hombre tocando su bandoneón.
No pude quedarme así…
Logré averiguar que padecía una enfermedad. Le daban ataques sorpresivos y varias veces le había sucedido tocando en una orquesta.
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Texto agregado el 18-12-2008, y leído por 366
visitantes. (4 votos)
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Lectores Opinan |
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12-06-2009 |
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Un texto con imágenes claras y frescas, las sensaciones también. ***** fabiangs |
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17-01-2009 |
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El personaje suena muy real. La descripción es muy buena. Felicitaciones. lesu |
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18-12-2008 |
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Hermosa historia con un toque de tristeza. Logras que uno penetre en el personaje y su entorno. Te felicito. peco |
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18-12-2008 |
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Hermosa historia con un toque de tristeza. Logras que uno penetre en el personaje y su entorno. Te felicito. peco |
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18-12-2008 |
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Esta excelente! Refleja muy bien la genialidad de un músico, bandoneonista.. y las imágenes que va formando, fascinante! saludos smeagolna |
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