Lo confieso, a veces lo intento y me duele.
Estoy asustada, me tiemblan las piernas aun muero de nervios cuando me acerco a besarte. Pero son tus ojos... si yo lo sé, son ese par de astros traicioneros que me aterran cuando hago el intento. Eres hermosa, el motor de mi vida, mi alma y mis sueños, eres cálida como una mañana de verano y tan dulce como los sonidos con que despierto cada día.
Tantas veces he tratado de encontrar una solución a esta peste que nos enferma cada día más, pero no sé... no tengo la cura a tu embrujo, no tengo la medicina para salir de este lío.
Pero lo vamos a lograr, la distancia nos acechará, nos va a a golpear una y otra vez tratando de que volvamos a caer, pero no lo permitiré.
Sé que quizás te aburra repitiéndote una y otra vez que las promesas que hice para tí no las voy a romper, que debes aburrirte de leer en cada papel que escribo que tú eres como mi Luna, que me iluminas en la oscuridad, que lo que haga de aquí en adelante lo haré por tí... y sí, hablo mucho y hago poco ¿Cierto? Te acabo de defraudar, yo no te olvidé y perdón por hacértelo sentir.
No me quiero ir, me aterra alejarme... con cada segundo de tu cuerpo lejos del mío siento que pedazos del corazón se van esfumando con el tiempo.
¿Pero qué puedo hacer? Nuestra vida no es perfecta, nunca lo será... ambas le tenemos miedo a la vida pública y sentir eso que le llamamos amor.
Estoy aquí, ahora y siempre... en cualquier momento, esperar en la banquita de suplente no me da más que garantías... de que soy yo quien se quede contigo al final del partido, y quien haga la diferencia sea yo.
¿Perdóname bueno?
Quédate conmigo en este infierno que yo misma decidí vivir, vívelo conmigo. |