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EN LAS MONTAÑAS ROCOSAS



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Parte primera

En una zona de las mas altas de las Montañas Rocosas, la más grande cordillera de EE.UU., en la zona de el estado de Oregón, Vivian en una pequeña aldea de no más de 100 habitantes, situada a una gran altitud, más o menos 2.800 mts una pequeña pandilla de amigos cuya diversión más habitual era explorar los bosques, ríos y lagos, en busca de sorpresas, ya fueran animales, tesoros o algún extraño o valioso mineral.

En la aldea se dedicaban, fundamentalmente a la tala de árboles que luego vendían para construir casas. Este era en aquel lugar, el principal recurso para ganarse la vida. Aunque en ocasiones practicaban la caza de grandes animales, como alces, osos o jabalíes, cosa que solo hacían para comer.

Era un lugar de una belleza extraordinaria y, además, siempre abundo entre las gentes del lugar, que existía en alguna parte cercana, en la ladera más próxima y alta, Un misterioso ser viviente al que nunca nadie había visto, pero que dejaba rastros de su existencia. Eso si, sucedía algo incomprensible, tenía unas medidas enormes, a la vista de su huella (como las de Big Foot de grandes), que no podían ser de Big Foot, pues este gastaba botas del más puro estilo de hombre montañero.
Incluso calzaba unas fantásticas botas con la mejor suela para montaña, la Bibram.

.Parte segunda

Un día de terrible frío de invierno, los muchachos, sin nada que hacer, decidieron ir a la ladera en busca de aquel personaje que tanto les intrigaba. Empezaron la escalada con buen día de sol, pero, como pasa muchas veces en zona de alta montaña, de repente se vieron envueltos en una tremenda ventisca. No iban preparados con abrigo suficiente para esa nevada, ni llevaban tienda ni sacos. Así pues decidieron pertrecharse entre unas rocas que parecían la entrada a una cueva que solo se entreveía. La temperatura siguió bajando y empezaron a temer que se quedarían helados.

En la aldea ya hacía horas que los echaban de menos, así pues, decidieron hacer un grupo de búsqueda que, lamentablemente a la hora hubieron de regresar por el miedo a la congelación. Por su parte, los muchachos estaban entrando en ese estado que, cuando te empiezas a congelar, te adormece y, lo peor es que lo siguiente es morir dormido. Pero cuando estaban a punto de dormir, lo que parecía una roca de fondo del repecho, se movió, y, como por arte de magia, empezó a salir un grandísimo hombre y una oleada de calor hogareño que producía el fuego de la casa que habitaba. Los metió dentro, les dio caldo de alce con estragón e inmediatamente, entre la sorpresa y el hambre, pudieron ver a un hombre de tres metros de altura, de una belleza insólita y una hospitalidad ejemplar. El les salvó la vida haciendo algo que no había hecho nunca, dejarse ver. Desde muy joven, viéndose marginado por su tamaño decidió hacerse anacoreta, y así llevaba años. Esto demuestra que el hombre es un animal de costumbres.

Esta fue la conclusión que sacaron los niños. Más, cuando el en su carra los llevo al pueblo con una ropa de abrigo que había encontrado en el bosque, y los niños contaron toda la historia, nadie quiso creerles, pero nunca dejaron de pensar como sobrevivieron y de donde sacaron la ropa. Esto sería para siempre patrimonio de los muchachos.

El hombre FIN



Luis de Benito

Texto agregado el 17-12-2008, y leído por 178 visitantes. (0 votos)


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