Yo siempre he sido, soy y seré una cualquiera. ¡nada de monja! ¿Por qué tendría que fingir aquí, un papel que no siento, aunque me digan cincuenta mil veces que lo hago bien?
Yo podría fingir la voz, haciéndome ver, que yo era una santa; pero eso no es verdad. De esta forma no podría conmover a nadie. ¡la única forma de poder conmoverlos un poco! Es contándoles lo que me a sucedido que es lo que realmente siento. ¡Además siento la necesidad de hablar con alguien que no pueda acusarme después de la confección! Porque ustedes no podrán insultarme luego por la calle, diciéndome despectivamente: ¡hay va esa perra una mujer de la vida que solo aspira a estrujar el bolsillos de los hombres!
¡Yo lo podría negar ante cualquiera, porque fingiría que era todo un acto teatral y que les había mentido!
Ya de chica me pasaban cosas muy raras. Recuerdo a mi tío Carlos. ¡En especial como me acariciaba! Yo era tan inocente…que creía que el tío Carlos me besaba tanto porque me quería mucho. Mi madre nunca me lo quiso decir… pero yo creo que ella sabía que el tío Carlos les gustaban los niños… Yo le guarde el secreto a mi tío cuando me dios diez mil pesos, para que comprara, todo lo que quisiera. Me dijo bondadosamente: Me gusta acariciarte por que te quiero mucho y me gusta verte desnudita, porque eres muy bonita. Yo me dejaba acariciar en sus brazo y la verdad que en el fondo de todo me causaba placer. Tenía unas manos muy peludas y fuertes. A continuación se metía la otra mano en el pantalón, mientras se agitaba y se convulsionaba fuertemente. Tarde mucho tiempo en darme cuenta de lo que hacía con la otra mano. No podía creer que unas simples caricia sobre mi cuerpo desnudo, podrían ocasionar una exaltación sexual tan vehemente.
La verdad es que aquel comportamiento de mi tío, influyo muchísimo en mi carácter. ¡Ya lo creo! Me aficione a las caricias de los hombres. Me gustaban sus grandes manos peludas y la fuerte presión que hacían sobre mi carne, cuando me manoseaban impacientemente. Admito que solamente me gustaban las manos de hombres fuertes y peludos. Las manos de los adolecentes no me gustaban. Este gusto, que sentí por los hombres maduros, fue la causa de mi perdición. Para mis amigas yo era una chica rara. Veían que me enamoraba de hombres maduros y que me dejaba acariciar por ellos. Al final todas mis amigas me fueron dejando sola. Cuando vieron que no solamente me dejaba acariciar por ellos, sino que también admitía regalos, como lo hiso al principio mi tío. Al final me abandonaron todas mis llamadas amigas, cuando vieron que no solamente admitía regalos, sino que me hacia pagar muy bien por ellos. Mi madre fue la última en darse cuenta, pero ya era muy tarde, cuando me había hecho de una clientela de hombres con mucho dinero, que me llamaban a todas horas, para salir conmigo, invitarme a cenas o ir de viaje. Mi mama me decía muy extrañada: ¡la voz de ese hombre que te llama tan frecuentemente, parece la voz de un viejo! Al final las amigas de mi madre, le quitaron el velo de sus ojos, indicándoles el tipo de relación que yo tenía con los hombres. Mi madre se lo dijo a mi padre y mi padre me llamo en privado, sin que se enterase mi hermano Tomas.
Todavía recuerdo la expresión de su rostro, tan pálida y desencajada, sus ojos rojos, sus labios apretados, la expresión de impotencia de su voz, cuando me llamo perra, mil veces perra y me pego una cachetada que me hiso temblar. ¡Que le podía contestar yo si todo lo que dijo era verdad. Igual reaccione de una forma muy particular, como siempre, cuando me veo en situaciones límites. Me reí de él, le llame imbécil, le dije que en solo un año de perra, había conseguido ganar lo que él había ganada en durante diez año como empleado de una oficina. Le dije que con solo veintidós años había comprado mi propio departamento donde realizaba los encuentros; le enseñe el rolex que me había regalado un cliente, y el auto que se podía ver atreves de la ventana, que me había regalado el gerente de su propia oficina; le insulte mil veces y lo llame estúpido. Le dije que no hacía falta que me echara de casa, porque yo me iba.
Mi madre estaba oyendo todo desde el cuarto de al lado, entro a la habitación y me pego otra cachetada. A pesar de todo, yo creo que en el fondo admira mi coraje. ¡Ella se parecía mucho a mí, pero tal vez le faltaba la fuerza que yo tenía para todo!
Ese mismo día hice mi maleta y me marche. Mi hermano Tomas no se entero de nada. Debió de ser al cado de unos días, cuando le dijeron la razón de mi partida. Mi hermano siempre me desprecio, pero estuvo en contacto conmigo sobre todo, cuando le hacía falta dinero. Yo me dejaba, porque en el fondo era el único de la familia a quien apreciaba un poco. ¡Mis padres habían estado siempre muy distantes de mi! Solo me hablaban, para mandarme o castigarme. El trato con mi hermano era diferente. Era dos años menor que yo y era la única persona que se dejo influir un poco por mí.
Después de mi partida volví a ver a mi padre en una ocasión muy humillante. Ya les dije que el gerente de la oficina de mi padre era uno de mis clientes. Mi padre lo supo siempre y no soportaba las bromas de los compañeros de trabajo, cuando le contaban que lo habían visto con su hija tomando unas copas y besándose acaloradamente. Un buen dia le paso la cuenta, y le pego un puñetazo al gerente. Con esto se cambio de trabajo a una oficina de la competencia.
Al cabo de cierto tiempo las cosas se tornaron contra él. La empresa donde trabajaba quebró y se quedo sin trabajo. Como tampoco mi hermano trabajaba, se quedaron en la miseria.
No tuvieron más remedio que pedirme ayuda para que pudiera volver a la primera empresa. El excesivo orgullo de mi padre le impedía ponerse en contacto conmigo. Mi hermano hiso de intermediario, pero yo le exigí que me lo pidiera el mismo en persona, si quería que hiciera algo en su favor.
Todavía me acuerdo del aspecto que tenía mi padre, cuando se presento delante de mí. El rostro entristecido y su mirada rehuyendo constantemente de la mía. Le ofrecí dinero y no lo acepto. Quería solo volver a trabajar dignamente como siempre lo había hecho.
Le prometí ayudarle y al mes siguiente pudo volver a su antiguo trabajo. Me basto unas cuantas noches con el gerente para convencerlo que de que todo fue un arrebato paternal. Supongo que esta vez mi padre tuvo que aguantar todavía mas las bromas de sus compañeros, hablándole de mis actividades con el gerente y otros viejos verdes adinerados.
Por lo menos pudieron seguir comiendo todos los días. Y mi mala fama, mientras tanto corría de boca en boca.
Siento una urgente necesidad de contarle a alguien lo que me pasa. Y creo que ustedes después de todo se merecen una explicación.
Si yo, hasta la fecha he hecho dinero, ha sido principalmente por ser una puta, y no me siento mal por eso, simplemente estoy sola y eso es lo que realmente me duele… estar sola... |