Ningún sonido toca la puerta, la absurda tranquilidad continua oxidada y repleta de telarañas en aquel rincón; las ganas duermen profundamente sobre la falda y yo aquí contemplando la lluvia rebotando en la ventana, mientras estrangulo con suspiros al áspero orgullo que se niega a partir.
Un fuerte olor recubierto en eco se escurre de los ojos, manchando mis manos que se abstienen de convertirlo en historia, en cuento de carcajadas y tardes de cobijas soñolientas.
Escribir se torna difícil porque cada torcida letra trae enreda tu huella, protestar es misión imposible porque ellas, las letras, son tercas y te nombran sin que me de cuenta.
Pesa la mugrosa rutina de estar aquí, sujetando los zapatos que desean huir; la lluvia se rinde un poco y el asfalto desencadena aquel vapor que se cuela por la nariz reviviendo sudores puercos aferrados entre húmedas vellosidades; como hacer para escapar de esta prisión en la cual habito, dejando de rayar las paredes de la memoria con un nombre borroso, tan similar al tuyo.
La amnesia asesina esta tan borracha que poco o nada termina por hacer y aquí el sol estira los brazos empujando la inspiración que se desvanece en aquel florero que sostiene la flor de llanto que no debería existir, pero ahí esta esperando la guillotina azul que la deshoje o algún zombi distraído que la lleve al cementerio y la deposite en aquel agujero donde están los restos de historias que terminan sin la necesidad de decir fin.