Mala





Muda desde un rincón miro, la cercanía de su cuerpo y el calor de su piel que destila deseo sobre las sábanas. Su figura serpentea seseante en el fondo blanco de la cama. la voluptuosidad es su don bien heredado y trabajado. Lo negro de su cabello y sus ojos centellean esparciendo deseo por toda la pieza y el olor de hombre que emana, le embeleza el sentido. Con las ventanas abiertas a la noche espera quieto.

Una mano cuelga sobre el borde, la mujer sale del baño con unos grandes pezones negros coronando la punta de sus senos. La luz tenue es la promesa del encuentro. Se aproxima como un animal herido de deseo. El pubis más oscuro con la luz y su silueta danza en la marcha. Sedienta llega a beber de su hombre el calor que no disipa el viento que entra de la calle.

Se frotan con las manos, se sienten, se saborean con los dedos, con sigilo y en silencio. Los cuerpos poco a poco encuentran el calor del otro. La lubricidad de los sexos brillan a media luz en la habitación. Flotan las cortinas y con calma el introduce su cuerpo en ella. Los ojos blancos dejan de mirar. Los movimientos se acompasan, la respiración cada vez es más rápida, la noche se hace larga.

Gemidos acallados, pasan los minutos. Ella sobre él, amándolo, gozando. Se contorsiona, se derrite, se relame, una lluvia de estrellas doradas le moja los vellos. Se desploma sobre su pecho abierto. Cae herida en estertores. El silencio se hace fuerte y solo mi respiración se escucha. Se lamen sobre las ruinas de la noche. Mi respiración, el corazón late muy fuerte y salgo de puntillas desde el rincón a mi habitación. Soy una mala niña, muy mala.