Ayer llovió intensamente. Hoy la humedad es irrespirable. Una mujer madura, delgada de buen aspecto, sus rasgos denotan una belleza pasada, cruza la calle, sorteando charcos atraviesa la plazuela y llega a la casa de su amiga. Llama a la vieja puerta azul. Abre la Yoya que se alegra de verla, se estira, como que crece.
-Adelante, comadrita, que gusto verla por aquí.
-La lluvia me impidió venir ayer, traigo un poco de queso y pan que amasé ayer y el azúcar para el mate.
-En el buen entendimiento, comadre, enfermarse no cuesta 'na'. Un lagrimón desciende por la reseca mejilla de la Yoya, que camina con dificultad debido a las varices inflamadas.
-En la mañana vino la nieta y me dejó la estufa con combustible. Aunque yo prefiero el carbón, bien encendido es tan bonito, rojo como anillo de rica, como el de mí abuela Gioconda, que era una doña, tenía unos inmensos braseros. Su casa era grande y en el feriado de invierno nos llevaba para allá, lo pasabamos muy bien y de regreso a casa volvíamos con zapatos y ropa nueva, Igual en el verano en esas vacaciones largas. ¡Que tiempos!. Y ese rostro curtido por el tiempo transcurrido y los avatares de la vida se relaja aún más con la dulce nostalgia..
El comedor se aroma con el azúcar quemada y el pan amasado recalentado, opacando el olor a encierro y humedad.
-Comadre Yoya, tan amigas que nos hicimos con la madurez y la soledad. Antes usted no podía verme por las peleas de nuestros chiquillos, se enojaba conmigo y ellos seguían tan amigos. La conozco y la aprecio. Ahora me toca a mí quedarme sola, Rolando , mí hijo se cambia a su casa, me alegro, pero voy a echar de menos a los niños.
Toman su mate con calma.
-No se ponga tristona , que se va a afear. La verdad es que yo le tenía rabia a usted porque cuando el finado de mí marido se emborracaba y yo lo retaba me sacaba celos con usted, que era una dama buenamoza, que tenía una linda mirada y que con una mujer así el no tomaría, la cuídaría y que feliz sería el marido suyo.
-Ya, no se acuerde más, los ebrios hablan verdades y tambien fantasean. El alcohol es dañino.
-Si yo sabía,como una mujer como usted iba a fijarse en él, teniendo además un marido tan caballero y encachado, bien vestido, de terno y corbata y cuano pasaba por la vereda de enfrente varias mujeres de este lado lo miraban, como que salían para verlo pasar. Un respiro para el alma decían. Usted sabe la diferencia de su casa con los de acá. Su marido bien vestido, bañado y un olorcito fino decía la Aurora que tenía.
Paulina la mira estupefacta, un fuerte pinchazo en su cuello y como un dolor en el corazón.
-¿Quién era esa que lo conocía así, si él no hablaba con nadie de esta villa?
Celos retrospectivos, nunca se dió cuenta que a su Eduardo le gustara una mujer del otro lado.
-Tonteras, comadre Pauli. No piense mal de nadie. Es que una vez la Aurora venía con su guagua y un paquete y el la ayudó a cruzar, para que no se metiera al agua, Si él era todo un caballero.