Hijos de la luz, pequeñas criaturas luminosas que recorren la casa cual luciérnagas fugaces.
Dicen que una vez un niño halló una luciérnaga herida, que ya no podía iluminar, la tomó en sus manos, con esa suavidad propia de un niño y la arrulló mientras suavemente le hablaba al oído (al que él pensaba que era el oído de la luciérnaga) preguntándole que le pasaba, quien la había herido, aunque sin respuestas, el niño siguió interrogando y arropando a la moribunda.
De pronto, el lugar se iluminó y una lluvia de bichitos de luz inundaron el lugar. El niño atónito las miraba desconcertado, tratando de explicar lo sucedido. El escuadrón tomó a la luciérnaga para llevársela y cuando partían en el cielo formaron la palabra GRACIAS llena de luz, en agradecimiento al niño que la había rescatado de quien sabe que manos maliciosas.
Cuentan que desde ese momento todos los niños llevan un halo de luz que ilumina sus vidas, sus familias y todo lo que ellos toquen.
La leyenda dice que todos los niños llevarán ese halo de luz, y que sólo lo perderán cuando sean hombres.