El agua mojaba mi rostro, sentía las gotas de lluvia lamiendo mi piel, con tal intensidad que llegaba a doler. Sin embargo, yo seguía permaneciendo en la misma posición. Mis pensamientos se sucedían a las preguntas sin respuesta.
¿Dónde estaba? ¿Qué pasaba?
El chapoteo de múltiples pies sobre los adoquines asemejaba el zumbido de un motor, entre los que se destacaban unos que, con su celeridad, sin duda alguna corrían. El olor de la tierra mojada me colmaba de una peculiar y extraña paz así como el aroma de las flores del principio de la primavera inundaba mi alma.
El ruido de los pasos que se acercaban hacía eco en la oscuridad del anochecer, en un acto lúdico traté de identificar si eran de hombre o de mujer. Imaginando que si fuesen pasos femeninos, serian cortos y más agudos, pero por más que me concentraba no lograba descifrar el género de la marcha.
La frustración se apoderó de mí y para alejar el ruido de mis preguntas abrí los ojos…. Un gran cañón, formado por edificios que con sus ventanas iluminadas, encuadraba un cielo limpio y estrellado, pero había algo en el conjunto que no correspondía, traté de descubrir que era lo que estaba fuera de lugar o que sobraba, como en esas imágenes con las cuales me entretenía en los años de la adolescencia, claro que entonces tenía dos imágenes para comparar, ahora solo había una y mi memoria… mas, era justo eso lo que no funcionaba, mi memoria, aun no podía recordar donde estaba. Me concentré en una estrella, la más brillante tratando de hacer una retrospección de lo sucedido…
Pero, nada, nada respondía a mis preguntas… tal vez ahora, que los pasos se detenían a mi costado… Un rostro enmarcado por cabellos rojizos me miraba directo a los ojos, eran unas facciones femeninas por lo que deduje que era la faz de una mujer, estaba moviendo los labios, de los cuales manaban nubes de vapor, (¿sería tal vez por la temperatura reinante?) hablándome, pero, no entendía lo que decía, sus palabras eran completamente incongruentes, eran en un idioma desconocido. De pronto se le unió alguien con voz grave de cabello corto y oscuro, por lo que ahora supuse que era un hombre, él cual también trataba de comunicarse conmigo en ese idioma, y luego llegó otro, otro, y otro más…
Al poco tiempo tenía un enjambre de individuos a mi alrededor, todos ellos tenían la cabellera corta o larga, casi todos hablaban al unísono y simultáneamente comunicándose entre sí y tratando de hacerlo conmigo. El ruido que hacían era como el de un colmenar. Los menos observaban con la boca cerrada, lo cual hacia oasis de claridad que dejaba entre ver el cielo, en medio de las nubes de vapor que los demás emitían.
Algunos querían revisar mis pertenencias, con el sincero deseo del auxilio otros buscando algún suvenir, unos cuantos solo estaban curioseando y los menos que realmente deseaban ayudarme, no sabían qué hacer.
La mujer de los cabellos rojos, que desde un principio había estado a mi lado, se saco los guantes y con un cariño que irradiaba de toda ella comenzó a acariciar mi calva cabeza con una ternura incomparable (tal vez la de una madre).
¡Una madre! ¿Qué es eso? ¿Cuántas veces me pregunté qué era eso cuando estudié?...Ahora comenzaban a aflorar los recuerdos, mi memoria comenzaba a llenarse de experiencias, conocimientos, teorías e historias, si, muchas historias.
Desde la gran guerra muy pocos habían logrado llegar al planeta, casi todos habían regresado, los que se habían quedado, habían sido sacrificados, rezaba la leyenda.
Decidí quedarme. ¿Qué era mi vida sin amor?
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