no se si me ha salido bien, pero hace tiempo inventé este breve cuento, lo saqué de mi vieja libreta y la he transformado un poco. Espero que os guste
La noche caía con un resplandor de luna mágica. Vestida con un vestido de seda blanco suave, la dulce muchachita fantasmal merodeaba por las estrechas calles abandonadas, así como su corazón lo estaba. Su tristeza la poseía en cada momento, en cada andar. De sus ojos brotaban lágrimas, que eran conducidas hacia su cordel de plata llevado en su sugestivo escote. Pobre muchacha enloquecida de amor, pobre princesa encadenada a la locura. Busca y busca, no hay nadie alrededor, no le importa los demás, solo le importa el, su caballero perdido.
Una noticia fue llevada a sus manos, tenia ante si, la certeza de que su amor había muerto en las profundidades de lo desconocido. Pero no se daba por vencida, aquello no podía ser verdad. Tenia que encontrarlo, simplemente tenia que hacerlo, por ella, por el, y porque lo amaba. En lo abismo solo piensa en caer, asume con cierta certeza que quizás a el no lo halle pero su amor es mas fuerte que todo eso, mas que la propia verdad. Vagueando ella esta, como un espíritu en la nada, viene y va, llora sin parar, sonríe sin sonreír. En su mente se dibujan recuerdos de rosas marchitadas ante la tumba desaparecida de su caballero perdido. Cuanto hubiese querido poder abrazarlo, suplicarle que no la dejará. Que no se fuera aquella mañana, pero era demasiado tarde.
Llega a un bosque, en el un abismo. Que canción mas hermosa brota de los árboles empinados desde aquellas cumbres, meciéndola con su fragancia de pino y una sensación tremendamente relajada, si, ya casi podía oírlo, podía oír la voz de su amado. De sus ojos, una vez más, brotaron las cansadas lágrimas, y corrió, corrió hacia esas hermosas cumbres y abrió los brazos como si fuera un pájaro a punto de alzar su vuelo. Suspiró entrecortadamente debido a la garganta castigada, y gritó con piedad que por favor el a ella volviera. Lo necesitaba, quería estar a su lado. Miró a los cielos iracundos, de rabia, llenos de tormenta y fuertes luces amenazantes. Suplicaba, lloraba, se adormecía con la suave brisa que desde el otro mundo el le transmitía.
Pero que cruel era la muerte y que desdicha su suerte, que en la noche interminable no frecuentase un debate de oportunidad de su llanto suplicador. Si así el rey de los cielos lo deseaba, que cruel era la muerte. Sus rodillas se inclinaron temblorosas sobre el frío suelo de piedra, y rodeo su rostro con sus manos. Pudo apreciar el olor a jazmín que entraba por sus fosas nasales y levantó la vista. Que bello estaba su amado que inclinado a ella la desnudaba con la pasional mirada de un hombre fantasmal. Que bellos se ven los dos; dos ángeles unidos por un corazón.
Ahora lo supo, el estaba en aquel otro mundo de los inmortales, el mundo del reino de los cielos. Con el ultimo llanto se levantó junto a el, el acariciaba su cabello, dorado como el sol, ella acariciaba cada parte de su rostro, era casi invisible pero lo recorrió con la mano como si pudiera tocarlo de verdad. Se abrazaron intensamente como si se hubieran clavado en uno solo y ella rogó y rogó, que su alma se marchará felizmente con el, era lo que deseaba.
Fue así que los truenos inhóspitos obedecieron aquella súplica, de un rayo desaparecieron y de deseo se unieron. Puesto a esto dícese ver unas dos almas cogidas de la mano, como si se temiesen perder. Una visión convertida en leyenda, la leyenda de la princesa encadenada.
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