EL PÚBLICO disparó como una sola masa compacta rebullente por las puertas de emergencia del Gran Teatro. Conturbados, los directores de la obra y de la insigne institución cultural intentaron infructuosamente contener a la despavorida multitud huidiza gritando a dúo, hasta desgañitarse:
–¡Por favor, por favor, caros amigos, calmaos, calmaos, deteneos, por amor de Dios, volved a vuestros asientos! No permitáis que el asco, las náuseas, el horror y el pánico dominen vuestro ánimo, os nublen el entendimiento. Cuanto estáis viendo aquí, sobre el vasto escenario, no está ocurriendo re-al-men-te , es sólo la materialización, en vividas imágenes tridimensionales, de vuestros más íntimos anhelos, deseos y apetencias...
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