En la mañana, créanlo con toda exactitud,
el espejo se me desaparece
mis manos no logran dar con la llave de la ducha
mis pies no alcanzan a caminar hasta la cocina
y hasta pensar se me ha vuelto extraño.
Perdido como niño en una calle llamada Soledad
mato el ocio buscando mi sombra
que también he extraviado.
A veces logro concentrarme
y escribir como ahora lo hago
pero las más de las veces desaparezco y ya.
A mediodía suelo llamarme a gritos
mi voz rebota de cerro a cerro
y gira como una bola melancólica
hasta alcanzar el horizonte de la tarde.
Por la noche me quiedo estático
por temor a no reencontarme entre la oscuridad
me tumbo como poste
y echo mis huesos a dormir en una cama que nunca se me ha perdido.
De verdad me extraño
pero qué se le va a hacer
si las cosas de la vida son así.
Vivimos de máscaras
vertidos hacia un mundo que delira.