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Ella se acerco a él; sus labios se posaron sobre el rostro de aquel ser, circunstancia de su destino. Las manos le temblaban y él sin decir nada, la observaba con una extraña mezcla de amor y deseo en sus ojos. Él le soltó el pelo y se acerco a ella para oler la dulce fragancia de su cuerpo joven. La tentación le carcomía el cuerpo; luego siguió con el vestido negro que la cubría, y tan pronto como él quiso, ella estuvo desnuda ante él. Las largas piernas, las anchas caderas, los pechos florecidos y el corazón desnudo, se mostraron ante él como un escenario sin telón, como un jardín que aunque ya ha sido recorrido una y otra vez, conserva la misma majestuosidad de siempre.

Ella también quiso verlo, y mientras bañaba con besos su boca, lo fue despojando de la coraza que cubría su cuerpo, hasta que la piel se convirtió en su único vestido. Los dos estaban frente a frente, las manos se paseaban por los cuerpos; él rodeaba sus pechos, dibujaba formas sobre ellos; ella deslizo su manos sobre el acogedor vientre masculino; él tembló, un rayo como de fuego recorrió su cuerpo, lo estremeció; él fue bajando sus manos lentamente hasta el húmedo lugar, profundo y cálido lugar, y sus manos como blancas mariposas, vagaron en ese pequeño mundo como nunca antes habitado.

Ella mientras tanto cerró los ojos y sintió como él peregrinaba por su cuerpo, calculando sabiamente cada rincón y cada espacio lleno de memorias. Luego, él posó su cuerpo sobre ella, encajando, como una espada caliente sobre una herida sangrante; los dos compactados en una misma piel, en una misma esencia. Él encontró refugio para la extensión de su deseo y ella llenó sus espacios antes vacíos. Juntos entregados al amor, atados uno al otro por el deseo, conjugando el sexo de sus cuerpos húmedos de besos y caricias.

Los movimientos uniformes desencadenaron los gemidos de ella; en cada ir y venir, los cuerpos estrujados se fueron convirtiendo en uno solo, completo y perfecto; ambos sacudidos por el eclipse de sus pelvis. De repente e inesperadamente ella despertó, pero esta vez ella supo que no había sido un sueño, por que esta vez cuando ella abrió los ojos, él todavía estaba desnudo junto a ella.

Texto agregado el 10-05-2004, y leído por 296 visitantes. (3 votos)


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