Cuenta la leyenda, de que ambos acostumbraban pasear por la vieja plaza, y que la última vez que fueron vistos, fue justamente en ese lugar… Ambos bien prendidos de las manos, dando a entender la fusión para nada fugaz, mejor que el hierro –Solían decir.
Ella tenía el aroma de las mejores flores, y ni qué decir de su belleza… Él, se dedicaba a publicar su amor por ella, y eran demasiadas las flores que arrancaba por esos caprichosos ojos que tenía su amada. Amor que algunos no comprendían. Y qué importaba entonces… La vieja plaza brillaba de todas formas.
Adulaciones de mil índoles se escuchaban para ambos… Demasiadas flechas del odio, también… Lluvia de malos deseos, envidia y demás vainas… Nada los podía separar. Eran el uno para el otro. La mortadela y el pan francés…
Un día de esos en que la lluvia escaseaba, desaparecieron… Nadie sabía rastro alguno y así el tiempo había pasado como hojas de libro de autoayuda. Hasta que un día de esos, en que la lluvia inundaba los galones de la ciudad sedienta… Apareció un indicio de la vida de ambos… Una cajita de pétalos secos, de la mujer… Y en medio dos papelitos… El primero decía:
Amor, nunca más, ¿de acuerdo? Perdóname. Atte: Federico
El segundo papelito tenía otra nota, que decía:
Quién es ese tal Federico. Atte: Julían
LA cajita de los pétalos tenía un titulo, decía: Para el amor de mi vida. De Carlos.
Y cinco metros abajo, encontraron dos cuerpos… Que después de hacer los análisis correspondientes, llegaron a la fría conclusión de que los occisos pertenecían a un par de mujeres, cuya muerte dejaba aún más dudas…
Todos parecían tener alguna relación muy íntima con el asunto, excepto la vieja plaza, que seguía brillando con la misma intensidad.
Will
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