Me inquieto, apresuro los pasos en la oscuridad, un leve sudor recorre la palma de mis manos, miro de reojo a ambos lados de mi cuerpo, nada veo. Sigo el camino de costumbre hacia casa, pienso que debería cambiarlo con tanto loco por las calles, igual prosigo mi rutina, el maullido de un gato sobresalta mis latidos desde la copa de un árbol, me estremezco, mi piel se erecta como el pelaje del felino, camino más rápido, percibo otras pisadas tras mi sombra, me aferro a la cartera con ambas manos, mis nervios se acrecientan, un cartonero se levanta entre la basura, mientras mi cuerpo se derrumba de temor, me saluda, le contesto en voz baja. Ya queda poco - me digo mentalmente - unas cuadras me separan de mi hogar, cruzo la avenida principal casi corriendo, uno de mis pies se tuerce y vuelve a su lugar sin preguntarme, siento dolor pero aún siento más miedo, continuo presurosa, el silbido de los basureros distrae mi rostro unos instantes, para proseguir con mi silueta tensa. Casi llego, los ruidos de las pisadas se hacen más fuertes, trato de zigzaguear para tener más visión a mis espaldas, nada veo, dos prostitutas se pasean a lo largo de la calle con miradas extrañas, las ignoro, el miedo crece afanosamente dentro de mi piel, insisto con mis piernas casi sin tocar el suelo, busco las llaves en el bolso, preparo la principal aferrándola en mi mano, oigo un susurro extraño, me apresuro, a unos metros está la puerta, corro, casi gritando pido ayuda a cada auto que pasa, nadie escucha, el sudor ha traspasado ya mi ropa, sigo corriendo, los sonidos se confunden a mi alrededor, trato de no oírlos, ya llego, una baldosa levantada y otro tropiezo, continuo, el sonido de las llaves tiemblan en mis dedos, me aferro a la puerta como un madero salvatorio, logro abrirla, me doy vuelta, nada hay, sonrío aún temerosa al entrar, he llegado. Cierro todos los pasadores, enciendo las luces hasta caer desfallecida en el sillón del living, trato de relajarme despacio, un vaso de agua se diluye en mi garganta gota a gota, vuelvo a recostarme, exhalo adrenalina, me descalzo, inhalo lentamente mientras mi cuerpo aún sigue vibrando.
El teléfono suena estrepitosamente, me despierto, es de madrugada - me digo temblorosa - mientras una voz susurra desde el auricular: - Llegaste demasiado rápido a tu casa, aún estoy detrás de ti, esperando...
Ana Cecilia.
|