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Inicio / Cuenteros Locales / robertbores / PERFUME INTENSO, DULCE Y ÁCIDO

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Delante caminaba otro hombre. Por detrás, el apresurado taconeo que le seguía, lo producía una mujer esbelta, de cabellera larga y oscura, ágil, y visiblemente nerviosa. En el preciso momento de llegar a su altura, la mujer, en un impulso inconsciente por modelar su cabello reluciente, no pudo evitar la caída del bolso negro que pendía de uno sus hombros.

El hombre, que se protegía con una gabardina gris, después de recoger el bolso sobre el húmedo asfalto, con un gesto de amable gentileza, le entregó el cuero amablemente. Ella, sin detener su paso apresurado, le dio las gracias y siguió avanzando hasta rebasarle.

El otro hombre, aquel que caminaba delante de ellos, había desaparecido tras la primera esquina. El de la gabardina de color gris, se arrebujó el cuello con la intención de protegerse del aire frío de la lluviosa noche. Su mano derecha, la que había rescatado del suelo el bolso de la joven mujer, desprendió un perfume intenso, dulce, y ácido. La cercanía a su nariz de aquel intenso aroma le produjo un sentimiento inquietante.

Una vez llegó a la esquina comprobó que la mujer también había desaparecido. La calle estaba desierta, aunque a lo lejos, se diluía un eco de pisadas, unas sombras difusas. Llegó a tiempo de oír el roce amortiguado de una puerta al cerrarse. Detrás de ella, en el interior de una imaginada imprecisa estancia, creyó percibir un forcejeo, un roce semejante al deslizamiento de unos pies inertes sobre el frío mosaico. A pesar de intentarlo nuevamente, no logró sentir ni escuchar otro sonido. Ante esa incertidumbre, algo que interpretó como un absurdo presagio, decidió encender un cigarrillo. El dulce perfume del bolso le inquietaba de nuevo, de pronto, desde una ventana entreabierta de luz escasa y mortecina, le sorprendía un murmullo, el sentimiento de que alguien, estaba emitiendo un mensaje urgente, secreto, privado y cauteloso. La calle seguía desierta.

Desde la misma esquina ante la cual se había detenido, se precipitaron las luces de un coche para cegarlo. El coche se detuvo. Dos hombres. Son policías. Le detienen. Luego de un débil forcejeo, ante su total incomprensión y temor, le encierran en el vehículo. Dentro sólo está el conductor uniformado. Advierte que otro vehículo les avanza para detenerse ante la puerta de roce amortiguado. Desde el asiento de atrás, intenta ver alguna cosa, sin conseguirlo. Enseguida suenen las puertas metálicas del coche. El hombre de gris, entre dos policías, fríos e inmutables uno a cada lado, oye como el coche arranca de nuevo.

Al día siguiente los titulares de la prensa destacan la noticia. Dicen los titulares: Asesinato en la Rambla de Cataluña esquina Provenza: “ El perfume intenso, dulce, y ácido de la joven mujer asesinada, aparece como la prueba determinante de la culpabilidad del agresor. Se cree que el asesino es un hombre de mediana edad, soltero, que iba vestido con una gabardina de color gris.


robertboresluis@hotmail.com

Texto agregado el 09-12-2008, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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