Me pesaba este abandono que cargaba de lluvia y de grises los días. Estaba triste y él lo sabía, conocía de mi vida los detalles, lo desamparada que me sentía y la falta que me hacían sus palabras. Se marchó sin decir nada, sin avisos ni reproches, y la estancia fue llenándose de ausencia; desvalijando la casa. Hasta la glicina acusó recibo de su marcha, descuidando los racimos de sus flores.

El olor del abandono inundó toda mi casa, y por primera vez me encontré sola, sola y desorientada. Nunca antes lo había sentido ¡nunca! – sabes -. Él siempre había estado a mi lado, cuando la complicidad del miedo hacía brotar la risa; y los ojos, con las risas, terminaban llorando penas. Y todo acababa siempre dejando escapar suspiros, suavizando la garganta con hipillos. Entonces, se acercaba y me susurraba: ¡Llevas hoy una buena dosis de quitapenas! y me cerraba los párpados, -diciéndome-: Ahora duerme y sueña.

También él sabe de los problemas que en mi vivir me ha dado. ¡No pocos! En todos los lugares en los que se percibía su presencia. ¡Nadie! nadie nunca le aceptó, y él lo sabía. Su compañía ha venido siendo para mí una sería discordia entre los míos; con los de fuera; en el trabajo ¡Pues anda que no me has venido dando problemas en esta santa vida! ¿Cuántas veces he tenido que disimular con algún avispado? ¡Eh! ¿Ya no te acuerdas? Y decir que no, que no hablaba contigo, que solo pensaba en voz alta, haciéndome pasar por loca. Y tú te reías sin disimulos y te dabas la vuelta. Y me dejabas arreglar el desaguisado, separándote de mi lado, pero sola ¡no! nunca me dejaste sola. Eso no lo habías hecho nunca hasta ahora.

Hoy volvió a cargarse de gris y lluvia la mañana, cuando por la pantalla de la ventana apareciste dándome los buenos días. ¡Eh!- me gritaste- Tengo una buena noticia – Voy a pagarte la deuda de tantas chifladuras por mí aguantadas. Abre tus ojos y mira. ¿Has visto cómo he dejado la estación de Maravillas? Ha sido para que cuando pasara el tren de mi amigo el Mudo, que ha convencido ¡por fin! a Islero para hacer un viaje por la página, encontrara en condiciones la estancia. He hecho un viaje muy largo, -sabes- pero.... es que, me enteré, hace algunos días, que tu estación estaba incluida en el itinerario.

La tarde fue aclarándose invitándome a salir, pero me he quedado llenando de besos a Lulio y preguntándole ¡tantas cosas!.....






(Valga esta burda narración sólo como presentación de mi cómplice y fiel amigo Lulio, que ahora por primera vez sé, que aunque salga de viaje, nunca me abandonará)