Hay una muralla que ofusca la razón,
se alza tenebrosa en nuestro derredor
y priva que alcancemos esa libertad
que lleva de consuno la divina Paz.

Clamando por ella la fama alcanzó
un niño que nace en la oscuridad
de un viejo pesebre, sin más compañía
que sus humildes padres, y los animales
que en el recinto les brindan calor.

Hoy, Navidad, recordamos la fecha
de aquella jornada tan trascendental.
El mundo se afana en felicitar este día
y se expanden deseos de Paz
a sabiendas, de que esa entelequia
desde Caín y Abel, nunca llegará.

No obstante, yo soy optimista,
por saber que tú, al que me dirijo,
llevas en el alma mi propio deseo,
y por eso te quiero. Y con alegría
te expreso mi ferviente anhelo
de que la prosperidad y la paz
a ti y tu familia te alcancen de lleno.