Como ciertas cosas en la vida, comienzan cuando otras acaban, dar otra vuelta resulta un tanto mareador dijo un joven operario de montaña rusa; a un alucinado grupo de jóvenes que intentaban a toda costa sacudir sus mentes y sus corazones a más de 3 fuerzas G en una lluviosa tarde de verano.
Y que puedo hacer, no se puede contradecir al clima y aunque los precedentes afirman lo contrario, las gotas refrescan tan arraigado intento de predecir nuestros destinos, que sin ningún reparo se bañaran de sudor y agua en pleno verano.
Claro está que sentir la lluvia cruzando nuestros delicados folículos tegumentarios al compás de un acariciador y cálido toque de sol, resulta tanto más emocionante que miles de insulsas atracciones mecánicas y lo que es mejor, totalmente gratis.
Tacaño soy y lo reconozco con toda generosidad, porque no hay nada peor que uno mentiroso y agazapado, así que me alejo del grupo, y me dispongo a un encuentro cercano con mi madre tierra.
Madre que me aterriza cuando al perderme me elevo,
Madre que me refresca cuando siento sed,
Madre que me alimenta y sus frutos me solventa,
Madre que me guía si alguna vez la seguía,
Madre que me protege y de todo peligro me aleja,
Me despojo de mis zapatos y entabló una conversación con natura,
Con la ropa empapada de emociones y guiños,
Con el cabello al aire y los ojos fijos en tan espectacular crucifijo,
Sonrisa sincera y abierta, como nunca antes,
Justo y como mi corazón igual que el clima del día,
Entre cálido y frío, entre vivo y muerto,
Cuando muero retorno a mi madre quien me quiso tanto vivo como ahora.
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