llegué temprano al centro de reclusos. cogí el formulario, lo llené apurado, lleno de imágenes perversas y alegres... entregué dicho papel y esperé. una hora, dos horas, tr... me llamaron por mi nombre. entré a la sala de visitas y vi a una persona que no era mi hermano. ¿quién es usted?, pregunté. ¿quién es usted?, respondió. sonreí y releí el formulario; y sí, era mi letra, firma pero era otro nombre con el mismo apellido que mi hermano... nos miramos y un rato y le conté del error. este sonrió y dijo que hacía mucho que no recibía visitas... ¿cuántos?, pregunté. veinte, respondió. le miré a la cara: viejo, arrugado, famélico, sin cabellos tan solo vellosidades, uñas largas y negras, sucio menos sus ojos que eran de una blancura invernal. iba a decir algo pero este me ganó y me dijo que estaba de por vida en aquel hueco, que tenía hijos grandes pero que no se dejaban ver, una mujer hermosa y joven pero viviendo con otro fulano, que sus días eran extraños y que el día anterior soñó con una visita, la mía. sonreímos y luego de un apretón de manos, nos despedimos... ¡vuelva!... por favor... es bonito conocer gente nueva y amiga, gracias por su tiempo. desde aquella vez siempre le visito, a mi hermano también pero su condena era menos, tan solo medio año por una confusión. seguí visitando al hombre de velocidades blancas y de ojos invernales hasta mas de diez años, aunque una vez al mes... una tarde en que iba de visita sentí que no podría verle mas... y fue cierto, acababa de sufrir un accidente interno. pedí verle. mentí, dije que era un pariente y no su amigo... le vi y estaba seco, muerto, con los ojos abiertos e invernales pero... vacíos para siempre. adiós, le dije en silencio, y mientras salía del penal sentí un escalofríos al ver un niño de ojos invernales cogiéndome las manos... perdón, me dijo... para luego, alejarse hasta entrar en una de las miles de casuchas que floreaban aquel inmenso panal de hombres en total espera de un sueño...

san isidro, diciembre de 2008