Por una tontería, quizá por estar demasiado estresada, una madre primeriza golpea en la cabeza a su hijo de tres años, y este le responde con un escupitajo que le fue a dar precisamente en los ojos, con lo cual se ganó una paliza.
Su padre, el verdadero responsable, quién lleva dibujado en su pecho un tatuaje del niño sonriendo, temeroso de que contraiga una enfermedad, le enseñó a expulsar la saliva,
para que así vaya eliminando la conocida suciedad que emerge del cuerpo.
Entonces cuando el niño sin entender el castigo llorando le contó a su abuela lo sucedido,
la señora, imitando sus actitudes para que observe los sentimientos que afloran al recibir dicha agresión, le hizo lo propio también en el rostro.
Por este motivo, avergonzado al entender lo mal que se comportó al escupir a tanta gente del núcleo íntimo, dejó de hacerlo. Con lo cual contrajo otra injusta reprimenda, puesto que su padre con vehemencia, le recriminó que haya abandonado esa actitud de expulsar la mugre interior.
Están en la piscina disfrutando de un buen día de sol, Fabricio se mira en el tatuaje como si este fuera un espejo rosado, pero como Rolando Ezequiel Iribarne, su padre, desde que estampó su foto en la carne adelgazó unos cuantos kilos,
la imagen se volvió un tanto adusta haciendo que parezca un niño-anciano.
Finalmente, como para conformar a su padre preocupado, Fabricio, por primera vez en su vida, escupió el propio tatuaje.
Rolando Iribarne, para que adopte esa costumbre, prometió un urgente helado de recompensa estimulando a que lo repita. (En un momento de ese juego, en la tarde de pileta, la abuela creyó ver, absurdo, a su grandulón hijo amantando al adorado nieto).
Pasaban los días de sol y Fabricio continuo el ritual de salivar su imagen impresa en el pecho,
además como segunda opción rentable,
pero peligrosa, hacia la tarea de encestar en los vasos o recipientes.
Todos los días antes que su padre se vista para ir a la oficina colocándose la camisa como corresponde, Fabricio escupía con entusiasmo un rato el tatuaje.
Pero en una de esas mañana, sorprendido, descubrió que el dibujo por completo había desaparecido del pecho donde se encontraba,
con urgencia haciéndoselo notar a su adormecido padre. Quien de inmediato comenzo a tantear se como para buscar donde estaba.
Compungido, Fabricio nunca volvió a escupir,
ni aun estando resfriado. Mientras que, asorado,
su padre dejó de exigir cosas raras. Si se quiere extravagantes.
Teresa, madre de Fabricio, esposa de Rolando, nuera de Flora, no bien se enteró de lo sucedido,
con sus dotes de mujer adivina, pronosticó que en breve este hecho hará historia.
A la semana ya estaban en la televisión dando explicaciones, porque el milagro sorprendió tanto que no pudieron aguantar la presión del medio teniendo que ceder al reclamo.
Allí, en el popular programa de Cosas inéditas,
cual reality, en vivo y en directo, hicieron una tomografía computada para saber si en definitivas el dibujo con el rostro del nene se encontraba debajo de la piel. Y en efecto, como en un identikic, la fisonomía aun permanecía perfectamente nítida. Con el permiso de la conductora, en vivo, el niño arañó el pecho como para extraer la imagen del interior de su padre.
Pero ocurrió que exactamente a la tercera demostración en público, ese remanente que oculto quedaba debajo de la piel también se esfumó como el humo en el aire. (gracias por leerme).
Con lo cual dieron por cerrado el show de los Iribarne.



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