Perdí mis llaves. Estaba desesperado. No podía abrir la puerta. Atrás de ella… estaba la respuesta. Todo lo que siempre había necesitado estaba allí. Yo siempre había estado ante la puerta, pero me había demorado mucho en encontrar las llaves para abrirla. Y ahora que al fin lo había conseguido, las había perdido tan vergonzosamente. Quería abrir la puerta, mi vida dependía de eso. TENÍA que abrir la puerta. Pero como había perdido las llaves… sabía que no las volvería a encontrar.

Cayeron lágrimas de mis ojos. De pronto, mi mirada acuosa se detuvo sobre la puerta. Entonces noté que no había cerrojo, en otras palabras, no necesitaba llaves para abrir esa puerta. La respuesta siempre había estado allí, del otro lado de esa puerta que nunca quise abrir, con una excusa tan tonta como no tener las llaves para hacerlo.