Blanca y radiante, camino ¿Cómo se me ocurrió un pasillo tan largo? con estos nervios. Estoy preciosa, lo sé y me siento tan impoluta -¿impoluta pensé?, podía haberme dicho tan feliz, tan casada, pero no, me dije: tan impoluta, ¿Qué mierda será sentirse impoluta?- No sé. Debe ser la tensión. Hoy soy el centro, bueno, sin desmerecer a Rafael que me espera al final de la alfombra. Roja alfombra como las de las celebridades. Roja, y a mis pies como me merezco por haber dado el sí, el primer paso, el principio de mi nueva vida.
Blanca y radiante ¡que antigüedad! Debí haberme involucrado en la música de mi casamiento. Pero no, Rafa esta para esas cosas. Rafa siempre está para los detallecitos, para todo lo inútil. Yo me ocupé de la comida, de los manteles, de la ambientación y de la torta. El se preocupó por el auto que nos va a llevar a la fiesta: una boludez, si podemos ir caminando, si es acá en frente. Pero para él el auto cuenta, así que ¡en auto media cuadra y contentos todos!
Blanca y radiante.
Por allá está la mamá de Marcos. Me cuesta no decirle suegra, tantos años llamándola así: suegrita de aquí, suegrita de allá, para que Marquitos terminara revolcándose con mi mejor amiga, casi en mis narices. Y bue, Marquitos. Ese sí que cogía bién. Era un seductor, un dulce. A veces lo extraño. No, mentira, extraño las tremendas palizas que nos dábamos en la cama.
Marquitos y Gustavo, mis novios formales, porque con Pablo sólo duró un par de meses. Es que no hablaba. Era muy lindo, muy lindo –tremendamente fuerte estaba- pero era mudo emocional, ni un te quiero, ni antes ni después de hacer el amor. Un incapaz, como le decía Mariela. Mariela ¿por donde andará? ¿Se habrá puesto el vestido verde que le prestó mi hermana? Le quedaba un poco asalchichonado pero ella se sentía una reina mientras se lo probaba. ¿Pero, donde está? ¿No se le habrá ocurrido atracarse al fotógrafo mientras entro a la iglesia? No, al fotógrafo no puede ser porque esta dele que dele enfocarme mientras camino. Ahí está. ¿Con quién? ¡Con Pancho! Debe haberse tomado un par de daiquiris antes de venir, sino: ¡Con Pancho, ni muerta! Pero se la ve bastante bien. Y esta llorando, claro, como mi mamá y mi hermana, que no pararon de moquear desde que me asomé por la puerta. Será la emoción de verme por fín cerquita del altar. O el miedo a que Rafa me plante. Imposible, Rafa me ama, me cuida, me desea. Y yo también, aunque a veces sea un poco aparato, aunque sus amigos no me traguen. Para mí es porque me quieren voltear, que se yo. Se habrán pensado que porque tuve un pasado tumultuoso debo tener un presente promiscuo. Pero no, por lo menos con ellos no. Que si se me presenta la oportunidad, alguna cosita haré, pero lo que es con ellos: ¡imposible!
Blanca y radiante. Con una bombacha nueva ¡ya que el vestido es usado! con una liga azul, con una cadenita prestada, y ¡con unos nervios!.
Blanca y radiante, como Rafa que me mira y me deshace con esos ojos dulces.
Rafa, siempre ocupado por los detalles. Rafa que no me condena por mis desvaríos, que me mima y me atiende. Rafa el papá de la criatura que baila mientras me acerco al momento culminante, a mi estrellato fugaz, al fin definitorio y definitivo, al instante que selle nuestra unión para siempre y que me aleje de los Pablos y los Gustavos, de los Marcos, de los Panchos y de los amigos del casamentero. El momento en que esta novia con un bombo que todavía no se nota y dos lágrimas redondas y enormes de emoción, con las mejillas arreboladas de amor, elija a Rafa para siempre: ¡Blanca y radiante!
|