No es tan exquisito como parece ser invisible, caminar por las calles sin sombra o esqueleto, deambular sin ser visto y al tropezar con personas de piel y zapatos no conseguir una esquiva hojeada y un vació similar a la social muerte se cuelga del brazo. Todo se pinta de un claroscuro medieval y por mas que se invoque al mocoso llanto, los ojos secos se niegan a expulsar gotas amargas y un crudo dolor adornado de ausencia toma la mano y camina armado sembrando puñales en esas paredes rayadas de recuerdo.
Ser invisible es frustante, agobiante porque aunque se grite o suplique no hay respuesta pues los sonidos expulsados de la boca son cosquillas tristes trituradas por el viento. Y como no se tiene identidad, el nombre es solo un eco perdido en el cielo y el vago recuerdo de existencia es reemplazado por cervezas y fabulas contadas por boca sin dientes y los detalles de horas vividas son ahora el tapete de cuatro paredes que sostienen la mentira y la esperanza de recobrar músculos, rostro, ojos que cuenten la historia de costalado de días en alto relieve.
Pero la identidad continua perdida, camuflada en el bolsillo de quien se vendió al diablo moderno por cuatro billetes y un edén de retazos bordado en kilos, en grasa y un puño fantasma aplasta la panza, removiendo la fosa repleta de mariposas suicidas, su olor narcótico resucita bajas pasiones que sonrojan las mejillas, que nublan la mente. Cada paso busca una huella dejado por un par de pies acompañados, ahora estraviados en la memoria vendida por gemido fingido y sudor de contrabando; esto lastima la inestable coherencia pero afortunadamente se transita en un mundo de locos y las causas perdidas son apetecidas par quemar calorías y matar anémicas tonterías.
Pero aquí se esta atropellando la existencia, esculcando entre charcos, cordones, bostezos y retratos desteñidos cédulas sobrantes que transformen un recuerdo perdido, en unos de esos mendigos elegantes que caminan ignorando pecados; pero quizás la carne adornada de finas ropas estorbe para correr sin rumbo, tumbando penas que quejan y apesar de todo es doloroso ser invisible sin contar con un sonoro nombre que pique en la lengua y un soñoliento recuerdo zumbando en tu oreja. |