-¿No ha notado Usted cómo hay olores que nos transportan al pasado? ¡Es sorprendente! Apenas entré a este salón sentí un aroma húmedo que me trasladó de inmediato a los asientos del Cine Royal. Que curioso como un olor tan horrible puede sostener recuerdos tan hermosos y añejos. Cuántas historias hermosas viví sobre los asientos raídos de color indescifrable, mezcla del percudido de tantos años de uso sobre el rojo desteñido de la loneta, ¡cómo me gustaba el Cine Royal!
Recuerdo que Mamá me llevó por primera vez el día de mi octavo cumpleaños, me compró una bolsa de cotufas, un paquete de caramelos de maní y se sentó conmigo en lo más alto de la sala, donde según ella la visión era insuperable. Ese día estrenaban “La Pandilla divertida”, con la Tina como protagonista. Fue su primer gran éxito en la pantalla grande. Apenas la vi, pícara y divertida, quedé prendado ante su carisma y su belleza sin par. Desde entonces estuve pendiente de cada uno de sus pasos. Hice lo imposible para ver sus películas, colándome en las funciones, dejando de merendar para ahorrar el dinero del cine... Una vez hasta le lavé el carro al Director del Colegio a cambio de una entrada. Todavía recuerdo de memoria muchos parlamentos de “Primer Amor”, “Los Pequeños Gigantes” y “María”. No hubo ni una película de ella que se me pasara, de hecho todavía conservo los recortes del periódico invitando a las funciones domingueras.
A la Tina le dediqué mis mejores dibujos de niño, mis sueños inocentes de infancia y los no tan inocentes de mi adolescencia. Se me fue la niñez enamorado de esa niña, que poquito a poquito fue transformándose en una hermosa mujer delante de mis ojos. Gracias a ella descubrí el placer sexual mientras me masturbaba en su nombre en los baños de la secundaria, pensando en sus senos diminutos que apenas sugerían un relieve sobre la blusita. Pero no se trató de puro sexo, lo mío fue amor sincero que nació en esa sala de cine y aún se mantiene después de tantos años. Cada vez que he hecho el amor con una mujer ha sido pensando en ella, ha sido con ella metida en el cuerpo de otra. Por eso siempre tuve cuidado de ser un caballero en la cama, dispuesto a dar placer pero sobre todas las cosas a transmitir el amor que le profeso.
Desde hace algunos años a mi Tina le explotó la feminidad de forma repentina. Ahora eliminó el tierno diminutivo y se hace llamar Cristina. Sus teticas minúsculas emergieron convirtiéndose en unos senos redondos y perfectos que se asoman provocativos entre los botones de su blusa medio abierta, sus piernas delgadas y alargadas, sus caderas apretadas, sus nalgas fuertes y su sexo insinuándose debajo de sus jeans asustados. Un cuerpo sin defectos que combina a la perfección con su hermoso rostro revestido aún de esa mirada inocente que le hace ver más atractiva, más sensual.
Incursionó en el Cine Americano y su belleza latina le permitió abrirse paso y encaminarse al lugar de las estrellas consagradas. Comenzó siendo una especie de Sex Symbol, pero fue valiente y astuta para deslastrarse de ese cliché. Asumió retos y aceptó papeles muy difíciles, de mucho carácter. Tuvo mucho éxito y logró su cometido, obtuvo el respeto de la crítica que vio en ella mucho más que un cuerpo voluptuoso. En casa guardo las grabaciones de sus dos premios Oscar como reconocimiento más que merecido por su inigualable talento.
Demostró también su condición humana. Vino al país rápidamente cuando nos azotó el terremoto, visitó el lugar de la tragedia donando comida, llevó consigo sonrisas, ayuda y esperanza para todos los afligidos, hasta la nombraron Embajadora de la Paz. Su gesto amoroso y desinteresado hizo que calara aún más en mi corazón, y más allá del amor le entregué mi respeto y admiración.
Por eso me impactó cuando la vi hace unos meses en el noticiero, detenida por la policía por conducir a exceso de velocidad, drogada y borracha. Eso podría pasarle a cualquier estrella loca de Hollywood, pero no a la Tina, ella siempre fue diferente.
Tras este incidente han brotado un millar de nuevos comentarios. Periódicos de farándula la acusan de exceso de Divismo, de humillar a sus empleados, de ataques de cólera en las grabaciones, de drogarse en el estudio. Periodistas y Paparazzis la persiguen y la acosan, tratando de destruirla a cambio de sus absurdos puntos de rating. Lo peor es que poco a poco lo van logrando. Cuando apareció la filmación de su ingreso a la clínica para el tratamientos de su adicción, el público morboso reenviaba por correo el video de Youtube donde se la ve demacrada y enferma luchando contra sí misma por salir adelante.
El resto ya es historia conocida, salió de rehabilitación y pasó unos días en calma para luego recaer y aparecer drogada en la entrega de premios Mtv, de allí en adelante volvió a recluirse y a salir al menos un par de veces más.
Ya nadie habla de Cristina como una estrella consagrada, ni como una figura pública de enorme corazón. Ya nadie comenta sus logros en más de quince años dentro de la pantalla. Es mucho más fácil etiquetarla como la caprichosa drogadicta latina.
Y me duele, porque la Tita es grande, única. Es sólo que está rodeada de gente mala que siempre ha querido perjudicarla. Pero ella está por sobre todo esto. Muy por encima, y alguien debía darle el lugar que se merecía, el de las estrellas consagradas.
Anoche fue la gala de los premios Emy. Estaba nominada por su participación como estrella invitada a una famosa serie policial. Pude reunir el dinero para viajar a Norteamérica y estar cerca de ella. Esperé en las afueras del teatro desde muy temprano en la mañana, para asegurarme de estar bien cerca de la alfombra roja cuando ella pasara. A las ocho de la noche ya los pies me dolían por más de doce horas esperando de pie. Entonces apareció la limusina blanca. Ella se bajó radiante y hermosa envuelta en un vestido ceñido de color salmón, con los hombros al descubierto mostrando esas pecas que siempre he querido contar con la boca. Caminó sonriente entre la gente que daba gritos para llamar su atención y robarle una foto. Se detuvo frente a mí y distinguí, escondidos tras el maquillaje, sus ojos enrojecidos que hablaban en silencio pidiendo ayuda, encerrados en un laberinto y sin forma de escapar. Entonces, en medio de las luces y el flash de las cámaras, con el corazón desbocado de emoción le grité con fuerza. Cuando volteo su mirada hacia mí, desenfundé mi pistola y le sembré cinco tiros en el pecho.
Mi disparo salvador borrará esa imagen negativa de tanta gente, que nuevamente recordará a la niña pecosa de “La Pandilla Divertida”, al corazón noble que tendió la mano a las víctimas del terremoto, a la Estrella de Hollywood que ganó dos premios Oscar. Esta noche harán vigilias en su nombre en Los Ángeles y en las calles de su Caracas natal. Colmarán de velas, flores y fotografías las afueras de su casa, y le darán un espacio en la inmortalidad, como a Lennon, Selena o Lady Di.
Me pregunta si estoy conciente de lo que hice señor Oficial. Le respondo que sí, que estoy conciente, feliz y orgulloso de devolverle a mi Tina el lugar que le habían arrebatado. El resto no importa, puedo estar encerrado aquí toda la vida. Total, la celda no es tan incómoda, y la humedad del colchón viejo me recuerda las butacas del Cine Royal.
...¡Carajo!, ¡Cómo me gustaba el Cine Royal!
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