El porqué los huevos del congo son blancos. ®
Alowatta Palliata
Los sonidos de la montaña son tiernamente infinitos, llenos de colores salvajes y bellos para la misma naturaleza que vive en armonía. De noche los sonidos son totalmente distintos a los de la luz del día, menos duraderos y por ende mas tenebrosos y con el dolor maligno que se escucha. Así es la montaña, así viven animales y plantas y aguas y ríos y luces y todo envueltos en el mismo aire que algún día llevara sus sonidos al rincón mas alejado de esta tierra.
Desde muy temprano en algunas ocasiones el rugir de algún felino asusta al venado, al mono, a todo animal con suficiente carne como para alimentarlo. Los sonidos viajan a su velocidad sin interrupciones de ninguna índole y entre los árboles se preguntan que quien será el que produce el más fuerte de los sonidos. La imponente Ceiba, Pentandra Gaertin, elevando mas sus ramas envió señales a todos sus alrededores, “¿Quien tiene el sonido mas fuerte en la selva?”
Los animales mas pequeños prefirieron esconderse lo mas lejos posible de la Ceiba para evitar ser alimento de los mas grandes, mas de un Gavilán, Buteo jamaicensis,
desde zonas lejanas escucho el llamado y partió enrumbado hacia la Ceiba; dejando detrás todo lo conseguido, no iba en competencia, sino a escuchar el sonido más fuerte de la selva. Así partieron cienes y cienes de animales y las flores enviaron sus aromas hasta el cerro donde se encontraba la Ceiba más alta entre todas las más altas. Muy de lejos las loras, Amazona farinosa, anunciaban sus llegadas a la majestuosa Ceiba.
El Jaguar, Panthera onca, fue el primer felino en llegar a la cita, muy temprano salio de su guarida, se alimento y antes que el sol asomara con sus rayos, esperaba el parloteo de la loras. La neblina embellecía más la tierra impregnado de un aire que no olía a nada, ni a guerra. Los mamíferos mas grandes fueron los últimos en llegar, en la mera cúspide sonriente un Congo esperaba impaciente por todos los contendores.
La Ceiba espero por varios días hasta que todos los rugientes estaban presentes. Y así comenzó la competencia, el Coyote, Canis latrans, inicio la dura competencia, y pequeños roedores aullaban de alegría, dos bellas aves aleteaban alrededor de la Ceiba anunciando al próximo. El Jaguar fue el mejor de todos, la Ceiba estaba a punto de anunciar al ganador, no se pudo escuchar lo que decía debido a los gritos intensos del congo en lo más alto de la Ceiba. A gritos proclamaba su derecho, sus gestos grotescos ensuciaron a todos los que estaban cobijados bajo la sombra de la Ceiba.
Sin rencor alguno el Jaguar rindió respeto al congo y todos sus descendientes, risas y danzas continuaron por todo el día, el Congo sintiéndose cada vez mas poderoso no bajaba de las altas ramas, creyéndose todo un cacique de la selva y gritado hacia el cielo retaba a todos para ver quien era capaz de quitarle su trono, aquella neblina mañanera de días pasado ya se había disipado, el bochorno era cada vez mas fuerte y todos los animales temblaban al escuchar al congo con sus gritos improperios moverse de rama en rama, como esperando que apareciera un retador que fuese capaz de quitarle el puesto. La neblina dueña de la paz, apareció de repente, la luz del sol fue placidamente desapareciendo y los improperios continuaban.
Por días parecía que el tiempo se había detenido para esperar el final de la competencia, las hojas del suelo se movían muy lentamente, se podía oler la lluvia acercándose hacia la Ceiba. Los improperios del congo no se detenían. Se abrió un espacio en el cielo, como separando y uniendo al mismo tiempo dos o tres nubes. Soltó el rayo su estrenduoso sonido mientras el congo se alzaba en lo mas alto de la Ceiba, para ese entonces el congo era todo blanco, y con la misma rapidez del rayo el congo se cago del susto y llevo sus manos hacia sus huevos, como queriéndolos proteger, con mas velocidad que el rayo, pero al final el rayo le toco, quedando el congo en total silencio y con los ojos desorbitados por el sonido mas fuerte que había escuchado aparto sus manos negras de los testículos para poder bajar de la Ceiba, todos los animales se rieron al verlo bajar totalmente negro, menos sus huevos que eran blancos como el había sido.
Entonces cada vez que un rayo suena en la selva, el congo aúlla de temor y cubre sus genitales, y esto es así desde mucho antes de que el hombre conociera estas tierras.
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