Cómo te llamás, cuántos años tenés, de qué signo sos... ¿Qué viento sos?
Desde que descubrí esa pregunta ya no gasto más saliva en ninguna otra, su respuesta es todo lo que preciso saber de las personas.
Todas son algún viento. Hay quienes son brisa suave que nos pasa y nos acaricia, o quienes son viento rastrero, de ese que parece que va pegadito al piso arrastrando las hojas del otoño.
Están los que son viento de lluvia, que cuando llegan a algún lado enseguidita se alerta la gente; y los que son viento racheado, que de a ratos andan atropellados y a mil por hora y después se calman tornándose brisa; estos me confunden un poco a veces, por eso cuando les pregunto que viento son y me dicen racheados ya sé a que atenerme con ellos…
Como me ayuda esa pregunta, la otra vez le pregunté a mi vecina qué viento era, y ahora que sé que es sudestada ya entiendo por qué nunca quiere acompañarme a tomar unos matecitos junto al río en Punta Lara.
Y esos son algunos pero hay muchos más, sobre todo si recorremos un poco el país… La otra vez en una escapadita de fin de semana, en dos días tan solo, me sorprendí con un grupo en el que eran todos pamperos, esos sí que iban firmes y encima fresquitos como lechugas (me dieron ganas de recomendarles que compitieran en alguna maratón o en alguna carrera bien larga). Conocí después algunos zondas que estaban también de viaje y más tarde a unos que eran viento norte, pero con ellos no hablé mucho porque por alguna razón que desconozco me dio de repente mucha vergüenza, calor.
Y fue en otro viaje, cuando fui a Santiago del Estero, que conocí realmente a los calma chicha, los calma chicha son los únicos habitantes de Santiago del Estero, si algún día andan por esos pagos y ven otro viento pueden estar bien seguros de que es un turista.
Así siguiendo, nunca termina uno de conocer nuevos vientos, es interesante, es lindo.
Y tal vez algún día me pregunten a mi a ver qué viento soy… Ahí se van a enterar que yo soy las hojas.