La conocí cuando aun ella no había terminado la escuela. Tenia las costumbre de torturarse escuchando a un cantante que se llama Gian Franco Pagliaro y a pesar de no tener dieciocho años, jamas salia a la calle sin maquillaje.Sus ojos verdes tenían (y tienen) una profundidad en la cual uno podía (y puede) sumergirse, y llegado el caso, naufragar.Compartiamos largas caminatas y casi no nos quedaron plazas por recorrer. Cada tanto nos metíamos en alguna librería y alguna vez hasta compramos algún libro. Usaba grandes aros que siempre tenia que hacer a un lado para acariciarla. Un día, no recuerdo bien cuando, le prometí escribir un cuento.
La ultima vez que la vi, pudimos tomar unos mates como en los viejos tiempos y puso la oreja (una vez más) para escucharme hablar de mis sueños. Ese mismo día me dijo que se sentía rara, pues se acordaba de esos "otros tiempos", esos mismos tiempos que me acuerdo yo ahora, cuando la pasaba a buscar por la salida de la escuela.
Tenía un libro preferido, y no era solo el titulo, un libro, una edición. Ajeado de las lecturas recurrentes donde se refugiaba vaya a saber de que. Un día me lo presto y tuve la delicada actitud de no devolvérselo, entro en la estadística de los que no devolveré ni iré a buscar.
Se casó hace unos meses y hasta se fue a vivir a otra ciudad, aun se empeña en decir que ambos seguimos siendo los mismos. Le sigo debiendo el cuento, pero al menos le compenso la espera con estas simples palabras, estos recuerdos que guardo con mucho cariño y afecto, estos recuerdos de no hace mucho, cuando aun no era esto que casi quiero ser ahora.