1. La introducción a la estética transcendental explica el modo que tenemos de relacionarnos con los objetos, y el primer paso que damos para conocerlos.
Éste primer paso, o referencia inmediata, es la intuición, que sólo se confirma en la medida que tenemos sensaciones, ya que sólo de ese modo significa que hay un objeto que se nos da y que afecta nuestro espíritu (posibilitando la intuición, y con ello la representación de un objeto).
Hay que tener en cuenta que la intuición no proporciona conceptos en el entendimiento, porque no son pensados a través de ella. En todo caso, todo pensamiento y con él sus conceptos vienen de la intuición, ya que todos los objetos nos son dados, en primera instancia, a través de la sensibilidad. Y, por tanto, todas las intuiciones que nos vengan de los sentidos tendrán por apellido empíricas cuyo objeto indeterminado (es decir, representado) será el fenómeno.
El fenómeno se compone de materia y de forma. La primera es todo lo que nos viene de las sensaciones (lo dado) y, por lo tanto, de la experiencia, de modo que es a posteriori (despu{es de la experiencia).
La forma es aquello que intuye lo múltiple del fenómeno “ordenado en ciertas relaciones”. Ella se da a priori, pues queda excluida de la sensación, de otro modo no sería posible que ella misma ordenara la materia.
Son intuiciones puras todas aquellas representaciones que nada les pertenece de la sensibilidad, es decir, sólo el modo de ordenar la materia; las formas de los fenómenos, en las que toda intuición se da a priori en el espíritu.
Luego, las intuiciones puras se vislumbran cuando de un cuerpo separamos todo aquello que pertenezca a la sensación y al pensamiento, quedándonos todavía algo: extensión y figura (espacio y tiempo).
“La ciencia de todos los principios a priori de la sensibilidad (es) la estética transcendental”. En ella, por tanto, se aislará todo lo que el entendimiento piensa de la sensibilidad y, además, todo lo perteneciente a la sensación, de modo que sólo quede la intuición pura y la forma de los fenómenos: todo lo que “la sensibilidad a priori puede proporcionar”. Es decir, espacio y tiempo.
2. Teniendo en cuenta lo anterior, Kant añade un elemento imprescindible para el conocimiento de los objetos que representamos mediante la sensibilidad. Es lo que pensamos de ellos; la capacidad de conceptualizar la realidad a través del lenguaje. En otras palabras, está, por una parte lo dado (“la receptividad de las impresiones”), correspondiente a las intuiciones; y por otra, lo pensado (“Espontaneidad de los conceptos”), correspondiente a la lógica.
Es importante destacar que se añade, y no que prescinde de las intuiciones, ya que sin ellas el pensamiento no tendría oportunidad alguna de generar un conocimiento seguro. En palabras de Kant, “Pensamientos sin contenido, son vacíos, intuiciones sin concepto son ciegas”.
Hay conceptos puros y empíricos. Los primeros contienen una sensación, y son “puros cuando en la representación no se mezcla sensación alguna”.Son a posteriori y a priori, respectivamente.
El entendimiento es la capacidad nuestra de producir representaciones, de pensar los objetos que se nos presentan (Por eso es imprescindible la estética transcendental, pues ¿Qué nos representaríamos si no fueran cosas que afectan nuestro espíritu por medio de las sensaciones?). De modo que la lógica estudia las reglas del entendimiento en general.
Continuando, surge en Kant la idea de una lógica transcendental, que se preocupe de las reglas del pensamiento a priori, como acciones del pensar puro, separadas de lo sensible. Se distingue de la lógica general por referirse ésta a conocimientos racionales sin diferenciar entre empíricos o puros.
La lógica general se divide en analítica (estudia las reglas y principios por las cuales se rige nuestro pensar, independientemente de si se corresponda o no con algún objeto) y en dialéctica (Donde dichos principios intentan referirse a un objeto real, a modo de un instrumento que permita darle al pensamiento una correspondencia con algo objetivo), que ha sido para Kant descuidada y abusiva, dando validez y correspondencia a objetos que muy difícil es comprobar que realmente nos hayan sido dados.
Por eso surge la idea de una lógica transcendental, que aísla del entendimiento toda experiencia, y se preocupa de todo aquello que tenga su origen en el entendimiento mismo. Sin embargo, es condición que, como entendimiento a priori, al ser puesto en un objeto intuido, continúe teniendo validez. La analítica transcendental es, por tanto, la parte de la lógica transcendental que da cuenta de lo imprescindible para pensar un objeto, es decir, las leyes del entendimiento puro, base de todo otro posible pensamiento.
La analítica transcendental será, finalmente, la crítica al intento de hacer corresponder con la realidad al entendimiento, a modo de cautela de la razón, al darse cuenta de que todo juicio de la razón puede caer en el uso hiperfísico del lenguaje.
3. La exposición metafísica que hace del espacio es la siguiente:
En primer lugar, que debe estar de base el concepto a priori de espacio para que sea posible referir un objeto como algo fuera de mí, situado en un espacio en el cual hay, además, otros objetos en espacios distintos. En efecto, la sensación no puede decir nada de lo que le afecta, sino que solamente es afectada, se le dan cosas ¿Cómo, entonces, puede ser el espacio producto de la experiencia, si necesariamente ordena las sensaciones? En otras palabras, el espacio precede a la experiencia.
Es una “representación necesaria, a priori, que está a la base de todas las intuiciones externas. No podemos nunca representarnos que no haya espacio, aunque podemos pensar muy bien que no se encuentran en él objetos algunos. Es […] la condición de posibilidad de los fenómenos”#.
Además, el espacio no es un concepto universal, sino una intuición pura, ya que no se aplica a una suma de espacios diferentes que coinciden en una definición, y sí, en cambio, nos representamos todos el mismo espacio. Aún cuando hablamos de muchos espacios, entendemos que son partes de un espacio único. Añade que un concepto no puede ser representado como una infinitud múltiple de representaciones, ya que éstas quedarían por debajo del concepto, que las abarca a todas. Sin embargo, un concepto no puede ser pensado como una representación múltiple, ya que designa un significado universal. En cambio “así es pensado el espacio (pues todas las partes del espacio en el infinito son a la vez)”#
Esta es la concepción metafísica del tiempo, la cual se llevará a cabo de modo paralelo al espacio.
Lo primero que dice del tiempo es que “no es un concepto empírico que se derive de la experiencia”#. Del mismo modo que el espacio, no puede ser la experiencia precedente a la intuición pura. En efecto, si no tuviéramos como base el conocimiento a priori del tiempo, la simultaneidad o sucesión de las percepciones no sobrevendrían. “El tiempo es una representación necesaria que está a la base de todas las intuiciones”. También, como el espacio, nuestra representación del tiempo puede prescindir de los fenómenos, sin que ninguno de estos pueda pensarse sin tiempo. Está expresa el carácter indubitable (apodíctico) del tiempo en su unidad; tal como en el espacio, el tiempo no puede ser varios tiempos simultáneos, sino que es uno que se va sucediendo, su dimensión es una. De este argumento matemático se deduce que es un conocimiento a priori, cuyos axiomas no pueden ser discutidos por la experiencia, porque ningún sujeto puede postular que el tiempo se nos represente de un modo distinto: el tiempo es la condición de posibilidad para que los fenómenos sean representados en una dimensión temporal, donde unos ocurren a la vez, o bien antes y después de otros. Por esa misma razón se entiende que no es un concepto universal, ya que su conocimiento no surge de una relación de conceptos diferentes. Al contrario, está antes de los conceptos, y nos permite ordenarlos, pues es una intuición pura. Finalmente, su infinidad está contenida en la misma intuición; aunque se divida el tiempo en segmentos limitados, debemos suponer que es un segmento limitado inscrito en un tiempo único e ilimitado, lo cual confirma que no es un concepto, pues éstos son sólo representaciones parciales que provienen de la intuición.
Toda cita es de Crítica de la razón pura, de Kant. |